FRANCISCO COLL: Un joven compositor valenciano solicitado por los más prestigiosos festivales y orquestas internacionales

Por Carmen Mayo

Con 28 años de edad, Francisco Coll (Valencia, 1985) es un joven compositor  que hace ya unos años triunfa en auditorios de todo el mundo.

Este valenciano, de mirada penetrante y azulada, refleja la confianza y la tenacidad de quien cree firmemente en su forma de expresarse.

Su música  procede  de una fuente de inspiración profundamente intuitiva  y personal que toma forma a través de procedimientos técnicos diversos, en gran medida de creación propia.

Estudiante del Conservatorio Superior de Música de Valencia durante dos años, simultaneó el estudio de trombón con la composición. Después se trasladó a Madrid donde finalizó brillantemente su carrera de interpretación en un solo año y donde tomó la decisión de desplegar definitivamente su otro talento:  la creación musical.

A partir de  2008 se instala en Londres, recibiendo clases de composición del profesor Richard Baker en la Guildhall School of Music and Drama (Londres). Obtuvo un Máster de Composición con distinción y el Ian Horsburgh Memorial Prize por la mejor obra de postgrado.

Ha sido escogido por el prestigioso compositor y director inglés: Thomas Adès como único alumno suyo.

Sus composiciones han sido interpretadas en lugares del prestigio del Avery Fisher Hall del Lincoln Center (Nueva York), Wigmore Hall (Londres), Palau de la Música (Valencia), Auditorio del Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), Jubilee Hall (Aldeburgh), St Martin-in-the-Fields (Londres), Walt Disney Concert Hall (Los Ángeles), Queen Elisabeth Hall (Londres), Barbican Hall (Londres), etc. Ha recibido encargos de Los Angeles Philharmonic Orchestra, London Symphony Orchestra, London Sinfonietta, Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), IVM, City of London Festival, Festival de Aldeburgh (Inglaterra), Festival de Aix-en-Provence (Francia), Festival de Verbier (Suiza) etc.…

Algunos de sus maestros en el Conservatorio de Valencia, le recuerdan como: “un alumno  excelente,  con ideas propias, muy independiente y original” (Andrés Valero) y como: “un músico con un extraordinario mundo interior  combinado con múltiples intereses artísticos y culturales”  (Enrique Sanz-Burguete).

Le agradecemos esta entrevista que cordialmente concertamos via e-mail desde Lucerna (Suiza), donde reside actualmente.

Carmen Mayo:  Francisco, siendo un instrumentista de talento ¿en qué momento sentiste el impulso de dedicarte plenamente a la composición?

F. Coll: Cuando estaba acabando el grado superior y siendo miembro de jóvenes orquestas, pensaba sobre el siguiente paso en mi carrera y este, era la profesionalidad. No fue una elección basada en ningún tipo de esquema, sino que simplemente, la creación era con lo que mejor me identificaba.

C. Mayo:  ¿Cual fue la “chispa” que hizo sacar a la luz este talento?

F. Coll:De niño me encantaba improvisar; sin embargo recuerdo el motivo que me llevó a escribir mi primera composición, siendo todavía un niño estudiante de grado elemental. Tenía una cinta de casete de 60 minutos, en la cual había grabado música para piano de mis compositores favoritos en ese momento. Después de toda una jornada aburrido en el colegio, mi momento favorito del día era cuando llegaba la noche, me acostaba y ponía mi cinta en el walkman.  Escucharla me hacía tremendamente feliz. Recuerdo que pasados unos meses, empecé a encontrar, de algún modo, monótono el repertorio que escuchaba, necesitaba escuchar música nueva. Fue entonces cuando en vez de pensar con mi razón lógica y comprar una cinta nueva de piezas para piano, pensé con mi razón creativa y decidí escribir la música nueva que quería escuchar. Por supuesto esta pieza infantil era simple y banal, pero aquella fue la primera vez que hacía algo que se ha prolongado hasta ahora: Escribir la música que me gustaría escuchar.

C. MayoPodríamos decir, entonces, que para ti “música” y “felicidad”  tienen una estrecha conexión. ¿O tal vez que la música es un camino para experimentar  un mundo más feliz?

F. Coll: La música buena estimula y desarrolla la sensibilidad de los individuos. Una persona sensible está mejor capacitada para experimentar emociones. Por lo tanto la música te está nutriendo como ser humano. De algún modo te ayuda a entender mejor el mundo en el que vives.  A nivel personal, la música me llena de felicidad y no podría vivir sin lo que hago.

C. Mayo: La importancia de un maestro es relevante, sin duda, pero en algo tan cercano a la creación pura ¿qué papel ocupa un profesor de composición? ¿tiene realmente “algo” que enseñar  a alguien que se siente “creador” de su propia música? 

F. Coll: Bueno, evidentemente como dice Ígor Stravinsky en sus memorias y comentarios: el alumno dotado se convertirá en compositor con o sin la ayuda del profesor.

Dado que la composición no se aprende, tampoco se puede enseñar. En este caso, la función del profesor más que enseñar sería mostrar. Poner al servicio de su alumno todas las herramientas necesarias para que este pueda desarrollarse como artista, y de ese modo poder abrirle los ojos a nuevos territorios que, este no conocía antes para procurarle una perspectiva más amplia, y por lo tanto más opciones de elección. Recuerdo con mucho agrado los profesores que tuve durante mis años de estudios oficiales (Francisco Zacarés, Andrés Valero y Enrique Sanz-Burguete). Cada uno, en su momento y a su manera me mostró esos territorios y me dotó de esas herramientas tan necesarias para mi desarrollo posterior como compositor.

C. Mayo: “No nos educan para disfrutar la música contemporánea, pero también se lo ganaron los propios compositores de posguerra con obras que alejan al público”, creo que lo has dicho tú mismo en una entrevista. ¿En qué crees que ha fallado la música o los compositores contemporáneos? 

F. Coll: Las vanguardias del siglo pasado se dedicaron a rechazar las tradiciones, las formas clásicas, los estilos vigentes e incluso negaron la autoridad de los maestros del pasado. Todo esto, afortunadamente en la actualidad está cambiando, evidentemente muy poco a poco, y en círculos muy concretos. Hay áreas que están más estancadas y que les cuesta más salir adelante, sin embargo hay otros lugares en los que se respira más frescura y aunque sea a nivel muy individual, se consiguen resultados emocionantes. Pienso que actualmente el ansia de innovar se ha extinguido. La búsqueda de lo original tan en auge durante el pasado S.XX ya no tiene cabida en el nuevo siglo. El famoso innovar por innovar ha caducado; de hecho tal vez hoy en día escribir buenas obras sería un signo de originalidad. Esta es mi opinión, no pretendo que todo el mundo esté de acuerdo conmigo.

El término vanguardia hoy en día puede provocar mucha confusión. Si lo entendemos como una especie de renovación cultural, podría estar en parte de acuerdo. Siempre teniendo en cuenta que renovar no es lo mismo que destruir; me refiero a que soy partidario de un avance que respete el pasado. El filósofo británico Roger Scruton dice: que si no respetamos el pasado no estamos respetando el presente. Siempre he tenido eso en mente a la hora de escribir mis obras, pienso que es un aspecto crucial hoy en día.

C. Mayo: ¿Qué crees que debe expresar la música de nuestro tiempo?

F. Coll:  Creo que la respuesta a esta pregunta se encuentra en mi propia obra. De algún modo necesito que mi música me identifique primero a mi, y después que esta sea un reflejo de la sociedad a la que pertenezco. Esto es muy importante, ya que si no fuera así tendría la sensación de que me estoy prostituyendo artísticamente hablando, y preferiría dedicarme a otra cosa.

C. Mayo: ¿Cómo es para ti el proceso práctico de creación de una nueva composición? ¿Dónde buscas tu inspiración?

F. Coll:No soy muy partidario de las rutinas. Siempre intento reinventarme y por lo tanto cada obra tiene su propio proceso creativo. Antes de empezar a escribir una pieza nueva tengo que visualizarla de algún modo. Es entonces cuando me siento preparado para empezar, aunque sea solo con una idea vaga de lo que la pieza será. Al principio, siempre se trata de una especie de caos y poco a poco la obra va cogiendo forma, nunca parto de un plan estructural predefinido. Creo más en un desarrollo orgánico del propio material sonoro; sin embargo esto no significa que no tenga un sistema. Por supuesto tengo uno, tengo mi paleta musical, mis herramientas, mi técnica, sin embargo estas están al servicio de la poesía. Por lo tanto, en cada obra la experiencia es diferente. Eso es lo que me mantiene excitado, la sensación de que estoy explorando algo nuevo de lo cual no estoy seguro si funcionará o por lo contrario todo se derrumbará de un momento a otro. Por otra parte, si algo tengo claro que funciona suelo evitarlo. Sé que me aburriría trabajar con ello una y otra vez.  Tampoco me gustan las cosas demasiado evidentes en arte. Trato siempre de conseguir un balance entre razón y fantasía, ya que al contrario de como piensa mucha gente, método e intuición no son para nada opuestos; ambos aspectos son parte del mismo proceso creativo. Creo que conseguir esto es lo difícil: un buen equilibrio, y la mayoría de las creaciones nuevas no funcionan porque existen problemas en este aspecto.

C. Mayo: ¿Prefieres componer para una gran orquesta o para un grupo de cámara?

F. Coll:La orquesta es mi instrumento favorito. Es uno de los inventos más importantes de la humanidad. Es un instrumento perfecto y compacto. Por supuesto escribir música de cámara también me atrae mucho. Depende de lo que quiera decir necesito una orquesta o un grupo más reducido.

C. Mayo:  Háblanos de tus últimos estrenos. Por ejemplo de tu ópera: Café Kafka, cuyo estreno ha recibido sensacionales críticas  en Londres y en otras ciudades de Inglaterra. (Faber Music, El País)

F. Coll: La producción de mi primera ópera de cámara Café Kafka en Inglaterra ha sido una experiencia realmente emocionante para mi. La ópera tuvo una buena acogida, especialmente en su estreno en la Royal Opera House de Londres,.

C. Mayo:  ¿Qué nuevos proyectos tienes ahora?

F. Coll: Un proyecto muy ilusionante es el que tengo en junio con la Orquesta Sinfónica Ciudad de Birmingham, que interpretará mi Concertino para piano, “No seré yo quien diga nada”, en un pequeño tour por Inglaterra. En Julio viajaré a Francia al Festival de Aix-en-Provence, ya que la Orchestre des Jeunes de la Méditerranée interpretará mi obertura para orquesta Hidd’n Blue.  La próxima temporada varias orquestas han programado mi música, entre ellas la Orquesta Nacional de España, la Orquesta Sinfónica de la BBC de Escocia, la Britten Sinfonia o la Orchestre Philarmonique du Luxemburg.

C. Mayo: Desde la perspectiva amplia que te proporciona viajar y estrenar obras en  diferentes países, ¿hacia dónde crees que va la creación contemporánea en este momento?

F. Coll: ¿Quién podría responder a esta pregunta?… Hoy en día hay compositores que están escribiendo música muy buena; sin embargo hay muchos otros que no aportan absolutamente nada. Como dice Jean Baudrillard, actualmente en arte se está sumando lo mismo a lo mismo sucesivamente, y esto según él es una simulación pobre, aunque hay que tener en cuenta que, de algún modo esto siempre ha sucedido, la diferencia es que la música actual aún no ha pasado la criba del tiempo. Por otro lado destacar que, hoy en día dadas las circunstancias de hiper-información que tenemos, lo difícil no es recopilar información o conocimiento, sino desprenderse de él; me refiero a que en el pasado, los compositores que querían saber sobre lo que se estaba haciendo en otros lugares, tenían que recorrer muchos kilómetros. Hoy basta con apretar un botón en un teclado y puedes saber lo que se está haciendo en todo el mundo. Esto tiene un gran peligro, y es el riesgo de acabar haciendo ensaladas musicales si uno no sabe seleccionar con criterio el material que quiere adoptar para su obra. Como ya he dicho en otras ocasiones, pienso que apoyar a la cultura significa apoyar a la humanidad. Elevar el nivel cultural proporciona criterio, este criterio será utilizado para discernir lo bueno de lo malo, lo útil de lo inútil, la obra de arte verdadera del verdadero bodrio.

C. Mayo: Ya que esta entrevista es la primera de nuestra revista Notas de paso y se enmarca en un centro educativo, ¿qué consejos darías a aquellos jóvenes músicos que quieren dirigir  su futuro por el camino de la composición?

F. Coll:No soy muy dado a dar consejos, pero tal vez les diría que, si quieren ser compositores, a parte de cultivarse en el campo de la armonía, el contrapunto, la historia, etc…, intenten cultivar de manera considerable la paciencia, ya que la composición es una carrera de largo recorrido, una carrera de fondo que hay que saber llevar. Incluso en los mejores casos, los resultados no son inmediatos.

C. Mayo: Y para terminar, ¿cómo enfocarías la enseñanza de la composición en los Conservatorios?   

F. Coll:Es una pregunta muy interesante, ya que me gustaría empezar pronto una carrera como docente paralelamente a mi actividad como compositor. Pienso que aparte de tener grandes ejemplos de compositores que desarrollaron una carrera docente importante –me vienen a la cabeza Schoenberg, Messiaen, Ligeti…- personalmente, he tenido la suerte de ser el único alumno del compositor inglés Thomas Adès. Esta experiencia me abrió la mente a otros estadios y pienso que mi método a la hora de estimular la creatividad de mis estudiantes estaría basado en mi propia experiencia como alumno de Adès. Teniendo en cuenta lo que dije en la pregunta 2, pienso que para que el alumno realmente se nutra de esas clases recibidas, el método tiene que ser muy específico e individual. Intentaría no solo mostrarles todo aquello que me mostraron a mi en mi época de estudios, sino también todo aquello que no llegaron a mostrarme. La responsabilidad del profesor es enorme, ya que de este depende en cierta medida el nivel de sus pupilos, y a su vez depende de estos el nivel de la música del futuro. Hay que tener en cuenta que la música es algo muy serio que hay que cuidar como el mejor de los bienes que nos ha legado la humanidad.

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