¿CÓMO LLEGÓ EL MÉTODO SUZUKI A ESPAÑA? Hablamos con Ana María Sebastián, pionera del método Suzuki en nuestro país

Por Cristina Simó Monleón

En los años 40, Shinichi Suzuki inventó en Japón un novedoso método de enseñanza musical que poco tiempo más tarde daría la vuelta al mundo, hasta convertirse en una de las metodologías más exitosas y aclamadas en la actualidad. España no se ha quedado atrás en la implementación del método Suzuki: actualmente, la página web de la Federación Española cuenta con 324 profesores registrados. Las academias Suzuki se multiplican en nuestro país, y cada vez son más las familias que deciden optar por este tipo de enseñanza para sus hijos. Ane Matxain, primera mujer concertino de la Orquesta Nacional de España, realizó parte de su formación musical dentro de la metodología Suzuki.

No cabe duda de que el método Suzuki es ya una realidad innegable en nuestro panorama educativo, pero, ¿cómo llegó hasta España una metodología creada en la otra punta del mundo, en una época en la que no disponíamos del acceso al conocimiento y la inmediatez que nos proporcionan las nuevas tecnologías?

La respuesta a esta pregunta se encuentra en un primer piso del barrio de Gros, en la ciudad de San Sebastián. Allí vive Ana María Sebastián Gómez, primera docente española en conseguir el último nivel de formación Suzuki, aquél que habilita para instruir a su vez a otros profesores. Ana tuvo la oportunidad de formarse con el propio Shinichi Suzuki y fue ella quien, a partir de los años 80, empezó a introducir sus ideas y su metodología en España. Desde entonces, dirige su propia academia y ha formado a cientos de violinistas, algunos de ellos con una importante trayectoria profesional, como la ya mencionada Ane Matxain.

Han pasado más de 40 años y, sin embargo, Ana conserva la agudeza y la agilidad de quien entiende la docencia como un proceso de aprendizaje constante. Sentadas en el sofá de su salón, me habla con firmeza de los principios por los que se rige su metodología y me narra con paciencia su historia, el relato de toda una vida dedicada al violín y a su enseñanza. La historia de una mujer que supo interesarse por los avances educativos que tenían lugar más allá de los Pirineos, que buscó siempre la mejora y el perfeccionamiento de su pedagogía y que acabó convirtiéndose así en una figura de referencia. En definitiva, una historia que no deja indiferente a nadie.

Sus inicios como violinista

Ana nació en Zaragoza en 1938. Con tan sólo unos años de vida, sus padres la introdujeron en el mundo de la música. Comenzó sus primeras lecciones en su ciudad natal, con un violín que había pertenecido a su abuelo y que la familia conservaba en el granero. Con seis años de edad se trasladó a Madrid, donde inició sus estudios en el conservatorio de la mano del catedrático José Carlos Sedano; finalizó el conservatorio a los trece años y, a los catorce, se presentó al premio Sarasate, en el que obtuvo el galardón extraordinario, imponiéndose a un profesor de la Orquesta Nacional. Más tarde, completó su formación en el Conservatorio de París, compaginándolo con el bachiller, que realizaba durante los veranos cuando regresaba a España.

Durante las décadas siguientes siguió trabajando como violinista, tocando en diferentes agrupaciones a nivel nacional y desarrollando también su faceta como profesora. Se instaló definitivamente en San Sebastián y fue en esa época cuando, a través de un programa de la televisión, descubrió el método Suzuki. Ana quedó impresionada por el dominio del violín que tenían a su temprana edad los niños que aparecían en el reportaje y ése fue el punto de partida para comenzar a investigar más sobre el método.

Ana María Sebastián junto con un grupo de alumnos ofreciendo un concierto en el Ayuntamiento de San Sebastián

Las primeras incursiones del método Suzuki en nuestro país

En la década de los 70, no había ningún profesional cualificado al respecto en España. Afortunadamente, existía en la ciudad francesa de Lyon una escuela especializada y a través de los docentes de este centro, Ana entró en contacto con la metodología. Rápidamente emprendieron un trabajo conjunto para traer el método Suzuki a España, organizando intercambios con alumnos y profesores expertos que venían a nuestro país a mostrar su manera de trabajar. Realizaron conciertos emitidos en la televisión nacional y se llevaron a cabo numerosas masterclasses.

Durante esos años, Ana se formó como profesora Suzuki en Lyon, pero también en Japón, donde asistió a clases con el propio Shinichi Suzuki, complementándolas además con numerosas convenciones internacionales. En 1981 se convocó la oposición para catedráticos de violín en el Conservatorio Superior de San Sebastián y Ana obtuvo la primera plaza. Sin embargo, siguió adelante con su apuesta por el método Suzuki y, afortunadamente, contó con el apoyo del Conservatorio como del Gobierno Vasco, recibiendo una subvención por un plan piloto de diez años del departamento de cultura de la Diputación de Gipuzkoa. Así, al año siguiente abrió su propio centro educativo donde empezó a impartir clases en paralelo con su ocupación en el Conservatorio, contando con la ayuda de profesores formados por ella misma e iniciados en el método Suzuki.

Ana María Sebastián y Shinichi Suzuki en el Talent Institute de Matsumoto, Japón

Probablemente, uno de los principales triunfos de esta excepcional docente reside precisamente en su capacidad para integrar la enseñanza tradicional y el enfoque Suzuki dentro de una metodología propia. Ana me transmite la importancia de saber elegir cuidadosamente las mejores prácticas de cada sistema, sin dejarse llevar por la fe ciega en uno u otro método. Me explica con convicción que su formación tradicional fue una base excelente sin la que no sería la violinista que es hoy en día. El método Suzuki no es un camino inexorable al que hay que ceñirse bajo cualquier circunstancia, sino una manera más de aprender y enseñar, de la que pueden enriquecerse tanto alumnos como profesores, y que es perfectamente combinable con contenido de otro tipo.

Las claves de la metodología

A mi pregunta de qué es lo que más le gusta de enseñar violín, Ana me responde que ver a los alumnos felices al terminar la clase. Esta respuesta resume para mí la filosofía con la que se emprende la tarea de enseñar dentro del método Suzuki: la educación parte de un profundo respeto hacia el niño, hacia sus habilidades y su proceso de aprendizaje. Shinichi Suzuki tenía la convicción de que cualquier persona puede aprender a tocar un instrumento siempre que se le ponga en contacto con la música desde su nacimiento y se le proporcione la confianza necesaria para que crea en sus propias capacidades.

Ana me da algunos consejos prácticos para poner en práctica con mis propios alumnos: siempre hay que empezar diciendo aquello que el niño ha hecho bien, aunque sólo sea la manera de saludar o de aplaudir a los compañeros. Por otro lado, para corregir los errores, conviene fomentar la curiosidad del alumno. En lugar de decir “esto está mal y se hace así porque lo digo yo”, me aconseja que pruebe de esta manera:  “Escucha cómo toco yo. ¿Te gusta más ese sonido? ¿Cómo podemos conseguir que tú también suenes así? ¿Y si probamos a poner el dedo de esta forma?”. Debemos ponernos siempre en la piel del niño, me insiste, aunque en ocasiones resulte difícil o aburrido.

Hay otro aspecto que me interesa especialmente de la metodología Suzuki, probablemente porque difiere por completo de la educación occidental tradicional que yo he recibido: en esta escuela, el alumno recibe cada semana una clase de instrumento grupal además de la individual. Ana sonríe al explicarme que disfruta enormemente de estas clases, cuyos beneficios para los estudiantes son incuestionables: mejora de la seguridad en uno mismo, pérdida del miedo a tocar en público, desarrollo de la empatía y la escucha y, por supuesto, la diversión de tocar con tus compañeros.

Por último, charlamos acerca de algo que ambas consideramos fundamental: los niños deben escuchar música desde su nacimiento. Es necesario para desarrollar su oído si más tarde quieren aprender a tocar un instrumento, pero también para forjar en ellos una sensibilidad especial como futuros miembros de una sociedad. Para lograrlo, es imprescindible instruir a los padres sobre los beneficios que ofrece la música y concienciarlos de la responsabilidad que tienen para abrir las puertas de este maravilloso mundo a sus hijos. En Japón, esto está tan interiorizado que los taxis disponen de música Suzuki para que los niños puedan escucharla mientras van en el coche. La parte más difícil de la docencia es siempre el trato con los progenitores, me comenta Ana. Como pedagogos, tenemos el deber de formarnos también en psicología infantil y transmitirles estos conocimientos para que sepan acompañar a su hijo en su aprendizaje, aplaudiendo sus avances y motivando el estudio. Además, en el método Suzuki son los padres quienes reciben las primeras clases de instrumento, adquiriendo la postura correcta y aprendiendo a tocar las primeras obras para poder ayudar así al niño durante el estudio en casa.

Nuestra entrevista sólo dura un par de horas, pero es tiempo de sobra para confirmar lo que ya imaginaba al entrar por la puerta: la historia que acabo de escuchar no habla sólo de una mujer aragonesa que tuvo la valentía de traer un novedoso método a España. En estas dos horas he tenido la suerte de asistir a un relato sobre el amor a un instrumento y, sobre todo, a quienes lo aprenden. Para cuando termina nuestra conversación, no me cabe duda de que recibir clases de Ana debe ser un auténtico placer. Gracias, Ana, por tu generosidad al compartir conmigo tu historia y tus valiosos conocimientos.

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