Por Aitana Sanz Pérez
Todo empezó en el año 2018, cuando decidí empezar a estudiar alemán. Ese mismo verano me inscribí en el curso intensivo que ofrece la Universidad de Viena, el Sprachenzentrum, y fue ahí cuando caí enamorada de esta ciudad. Tanto, que me fui sin pena sabiendo que volvería. Y tan pronto como pedí consejo a mis profesores de canto para hacer un año de Erasmus, comentaron como buena opción ‘Viena’… y no me lo pensé dos veces.
La llegada al país fue, dentro de lo caótico que es cambiar de vida, de lo más sencillo. Puedes percibir casi al momento cómo de organizadas están las instituciones. Conforme me instalé en la residencia, me facilitaron la información y el documento de la Meldezettel, necesario para inscribirte en el registro civil por el tiempo de tu estancia en la ciudad.
Igual de fácil es moverte por la ciudad… ¡No he conocido mejor servicio de transporte público que aquel! (Ni más barato, para estudiantes).
En cuanto al departamento de canto… La adaptación fue más difícil de lo que podría parecer a primera vista, viendo la información anterior. Pero una vez consigues decidirte e inscribirte en las asignaturas que quieres cursar durante el semestre entrante (hay mucha más oferta que en España, y mucho más especializada en cuanto a la variedad de optativas -wahlfach- debido a su gran departamento dedicado exclusivamente al itinerario de Interpretación – Canto).
Es entonces cuando te lanzas a la vida universitaria (porque sí, allí no estudian en el Conservatorio, ni siquiera en la Hochschule, sino en la Universität für Musik und Darstellende Kunst, Wien), te das cuenta de la rápida integración de la que puedes gozar por parte de tus compañeros y profesores. Y, es que, no es de extrañar la facilidad con la que acogen a un nuevo estudiante de otro país, cuando más de la mitad de alumnos del centro son igualmente extranjeros. ¿no es así?
Esta fue una de las cosas que más me sorprendió, así como el ambiente de disciplina, admiración por la música y ambición por llegar a interpretarla con el alma, más que con la mejor de las técnicas (que, por supuesto, también está presente).
En fin, podría estar hablando mil y una noches de las maravillas que me encontré gracias a esta experiencia Erasmus, pero… creo que ya os podéis hacer una idea. ¿Cierto?
Tanto es así, que cuando nos vimos obligados a volver a casa a causa de la pandemia, aproveché la reanudación de las clases presenciales en la ‘Uni’, para cogerme un vuelo, volar para allá y acabar el curso como era debido.
Y… por supuesto, de nuevo dejé la ciudad con pena ninguna pues… quién sabe, ¿y si vuelvo de nuevo a estudiar el máster?
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