Por Lucía Fau Camarasa
Todo empezó con las solicitudes que envié a varias ciudades para participar en el programa Erasmus. Las solicitudes parecían haber caído en el olvido hasta que, un día, mientras veía una película en portugués, lo cual es extraño en mí, le dije a mi madre: «Qué bonito es este idioma, ¿Te imaginas que me hubiesen cogido en Porto de Erasmus?»
Como si dos piezas de un rompecabezas encajasen, a las dos horas me llegó un mensaje al móvil con la carta de aceptación de la ESMAE (Escola Superior de Música e Artes do Espectáculo de Porto).
En aquel momento estaba matriculada en un máster, el cual ya había pagado porque tenía descartada la idea de irme de Erasmus, pero, al recibir el mensaje y tras pensarlo durante un par de días, llamé para ver si me devolvían el dinero del máster. Así fue, recuperé el importe y muy emocionada decidí que prefería invertirlo en el Erasmus y vivir esta experiencia.
Me concedieron la plaza en la ciudad de Porto para el primer semestre, comprendido entre los meses de septiembre y febrero, pero por aquel entonces la situación de emergencia sanitaria provocada por la COVID-19 impedía a cualquier ciudadano español entrar en Portugal.
Me tocaba lidiar con la incertidumbre y esperar al segundo semestre a ver si mejoraban las circunstancias. Cuando llegó el mes de marzo, en el que supuestamente tenía que empezar las clases en Porto, me comunicaron que estaban confinados y que no podría dar clases presenciales, por este motivo decidí quedarme en Valencia, me desilusioné un poco, cada vez veía más claro que no me iría. Al no saber seguro si iba a realizar mi estancia, no me preocupé ni por encontrar alojamiento. Cuando me dijeron que podía incorporarme a las clases en abril, recibí la noticia como una sorpresa, de nuevo ilusionada me puse manos a la obra para organizar todos los trámites necesarios, tuve menos de un mes para organizarlo todo y fue bastante caótico.
Finalmente conseguí encontrar alojamiento y poner en orden todo lo que necesitaba, hice las maletas y le pedí a un amigo mío que me acompañara para ayudarme con el equipaje y la mudanza. Todo iba bien hasta que llegamos al aeropuerto y nos pidieron el DNI para sacarnos las tarjetas de embarque. Mi amigo y yo lo dimos con total tranquilidad hasta el momento en el que nos avisaron de que mi compañero tenía el DNI caducado. Fue bastante shock, sobre todo porque en su maleta iba bastante equipaje mío, de modo que tuvimos que redistribuirlo todo y decirnos adiós.
Ahora sí que sí, empezaba mi viaje. Superando el susto del momento, me hice a la idea, cogí mi equipaje y volé hasta la ciudad que iba ser mi hogar durante los próximos meses: Porto, una de las ciudades con mayor encanto de Europa. Una vez allí, cogí un taxi y llegué a mi alojamiento. Pensaréis que todo se tranquiliza en este punto de la historia, ni mucho menos. Al llegar a la casa que había alquilado descubrí que estaba medio en obras y al cabo de una semana tuve que volver a mudarme. No obstante, las compañeras de piso eran encantadoras y me llevo, de este pequeño percance, tres amigas brasileñas que recordaré siempre con mucho cariño.
No me costó encontrar otra casa, el nuevo alojamiento se situaba en el centro de Porto, me encantaba el barrio y los compañeros de piso eran muy majos, decidí sin dudarlo que quería pasar mi estancia Erasmus en esta casa, y estoy muy contenta de haberlo hecho.
De mi estancia en Porto, una parte fundamental ha sido el cambio en mi vida social. Antes de venir me puse en contacto con un amigo mío de la infancia que casualmente también estaba haciendo erasmus en Porto y al llegar me presentó a todo su grupo de amigos. En esta ciudad, hay muchísimos erasmus españoles y también mucha gente de Valencia, así que, aunque al principio iba mucho con ellos y sigo yendo, intento juntarme también con gente de aquí y de otros países para abrir horizontes y practicar idiomas.
Otro grupo importante para mí son los compañeros Erasmus del conservatorio, somos menos personas y de diferentes lugares (Alemania, Lituania, Italia…), hemos hecho un grupo reducido pero muy divertido y hacemos muchos planes juntos. Esto es un no parar. Lo cierto es que cada día tienes varias opciones de actividades culturales, de ocio, deportivas… y sorprendentemente tienes la suficiente energía como para unirte a todo y dormir menos que nunca.
En el mes y medio que llevo aquí he visitado todo Porto, he ido a varios museos, jams, restaurantes, playas y conciertos de música en Casa da Musica. Este edificio sería como el Reina Sofía de Valencia con la pequeña diferencia de que los alumnos de música tenemos un 50% de descuento y los precios son mucho más accesibles en general, lo cual estamos aprovechando al máximo. Al estar aquí para más de un mes, te tomas con más calma el visitar la ciudad y lo mejor de todo para mí es poder callejear los días libres que tengo e ir descubriendo Porto poco a poco. Esta ciudad es preciosa, tiene rincones muy bonitos y muchos sitios que te sorprenden. También hemos hecho varios viajes a Lisboa, Coimbra, Braga, Aveiro… Portugal tiene lugares increíbles y es muy sencillo desplazarse entre ellos por transporte público, los precios son muy baratos y los trayectos cortos.
En relación con las clases, no tengo muchas asignaturas, pero estoy muy contenta con las que curso. En general, las asignaturas se dan de forma parecida salvando algunas diferencias, por ejemplo: aquí el grado universitario está reconocido como tal, son tres años y el plan educativo por tanto está estructurado de manera diferente. El ritmo que llevan también es diferente y noto que las clases son muy dinámicas, aunque también depende de la asignatura. En relación con mi asignatura de instrumento, piano, el profesor es muy bueno y se adapta a mi ritmo de trabajo y necesidades. Aunque los que cursan mi asignatura deben tocar un concierto para piano, a mí me permitieron mantener el mismo repertorio que empecé el primer semestre en España, lo cual está genial, vamos viendo las piezas poco a poco y dejando claros todos los detalles.
Da la impresión de que aquí la música tiene mucha importancia, la ESMAE oferta muchas actividades y da gusto ver cómo el edificio se transforma en un organismo vivo repleto de arte. Es una pena porque antes de la pandemia, había mucho más movimiento, hacían muchos conciertos, espectáculos de teatro, danza, jams… y podías reservar cabinas para estudiar durante toda la noche para tocar con tu grupo o tus amigos… no obstante parece que todo va reviviendo poquito a poco lo cual alivia y transmite positividad.
De momento este es el resumen de todo lo que puedo contar, está siendo una experiencia increíble, el otro día mi madre me dijo que nunca me había visto sonreír tanto en las fotos y es verdad, estoy en una nube, flotando en mar de estímulos y con una gran predisposición a aprovecharlos todos. Llena de motivación, ganas de aprender y de descubrir todo lo que esta experiencia me brinde.
¡Saludos, viva Porto y viva la Música!
Me ha gustado mucho la experiencia de Lucía, y su forma de contarlo. Es un sencillo relato contando en primera persona, ilusionado y cercano, sobre la ocasión de enriquecimiento personal que es sin duda el programa Erasmus, que además ayuda a eliminar fronteras en nuestra gran cultura común europea. Enhorabuena.