Por Cristina Simó i Àngela Boix
El pasado jueves 29 de febrero tuvimos el privilegio de acoger en el Conservatorio Superior de Música de València al pianista Aeham Ahmad en el marco del proyecto Escucha Palestina. Por la mañana, tuvo lugar una charla en la que el músico compartió con alumnos y profesores su historia, complementando este acto con un concierto en el auditorio la tarde de ese mismo día.
Aeham Ahmad, el pianista de Yarmouk
De origen palestino, Aeham nació en Yarmouk, uno de los campos de refugiados en Siria. Comenzó a estudiar piano siendo tan sólo un niño; asistía a clases en el conservatorio y estudiaba el repertorio clásico de tradición occidental: Beethoven, Bach, Chopin… Sin embargo, y a pesar de sus destacables cualidades innatas para el piano, él no comprendía por qué tenía que aprender aquella música tan alejada de su realidad. Los ritmos de acentos complejos, el sonido de los instrumentos tradicionales orientales y el carácter bailable de la música folklórica de su cultura nada tenían que ver con las escalas mayores y menores que debía repetir una y otra vez en sus clases en el conservatorio.
Como refugiado, Aeham no era para el gobierno más que un número de identificación, sin nombre ni apellidos, como si de una cabeza de ganado se tratase. No disponía de pasaporte; para él, el mundo acababa donde acababa Siria. Estudiar música proveniente de Europa sabiendo que nunca podría acceder a ella generaba en su interior un gran conflicto. Se sentía aislado de su propia comunidad, que no entendía por qué dedicaba horas y horas sentado al piano, en vez de utilizar su talento para tocar música siria o palestina.
Cuando, después de unos años de estudio, su profesor observó que Aeham podía tener una carrera prometedora, le propuso marcharse a estudiar a Europa con una beca. Sin embargo, sin un pasaporte, resultaba imposible sacarlo del país, así que el joven tuvo que renunciar a convertirse en un pianista reconocido, sin haber tenido siquiera la oportunidad de intentarlo. Decidió entonces abrir una tienda y escuela de música y, poco a poco, comenzó a funcionar muy bien.
Desgraciadamente, la vida de nuestro invitado, como la de tantos otros refugiados palestinos en Siria, dio un vuelco con el estallido de la guerra civil en 2011. Sin agua, comida ni electricidad, sus días se convirtieron en una lucha por la supervivencia. Además, la situación de los refugiados palestinos es especialmente complicada ya que, sin papeles, no existe la posibilidad de huir del país.
Con el objetivo de devolver la esperanza a sus vecinos, pero también como vía de escape para él mismo, Aeham decidió entonces ponerle ruedas a su piano y llenar de música las calles de Yarmouk. La gente se reunía para escucharlo, bailaban, cantaban, y por un momento podían olvidar la horrible realidad a la que se enfrentaban diariamente. Alguien capturó uno de esos momentos y subió un vídeo a Facebook, donde rápidamente se hizo viral. Rescatando un router y una batería de entre los escombros, y utilizando una bici para generar energía, Aeham consiguió acceso a Internet. Descubrió así que personas de todo el mundo admiraban y valoraban su iniciativa. Utilizando el traductor, era capaz de comunicarse con gente de países que ni siquiera conocía.
Todas esas felicitaciones le sirvieron como fuente de inspiración y motivación, pero cuando los medios de comunicación occidentales comenzaron a publicar noticias sobre su historia, tanto él como sus seres queridos corrían un grave peligro. Las autoridades se presentaron en Yarmouk y prendieron fuego a su piano. Aeham, junto con toda su familia, tuvo entonces que huir, cargando además con la culpa de haberlos puesto en peligro por el simple hecho de tocar el piano. Recaudando fondos como podía, logró escapar a Turquía y, después de un duro viaje recorriendo miles de kilómetros a pie, se instaló en Alemania.
Ahora Aeham Ahmad es una estrella internacional, pero por supuesto la situación de su país sigue siendo su mayor preocupación. Su objetivo es utilizar su altavoz para luchar por su gente y generar cambios que mejoren realmente sus vidas. Además, hace hincapié en el racismo al que se tienen que enfrentar los refugiados que logran llegar a Europa. Los medios de comunicación a menudo presentan a la población siria y palestina como algo que no son, y Aeham quiere demostrar que, en el fondo, no somos tan diferentes. A todos nos gusta la música, todos deseamos vivir una vida sencilla y en paz.
A través de su historia y sus composiciones, el brillante pianista busca recordarnos lo afortunados que somos por haber nacido en Europa, y animarnos a utilizar esta suerte para fomentar el cambio y ayudar a quienes no han tenido la misma fortuna.
A pesar de todo, Aeham no ha perdido su buen humor. Se dirige al público con calidez, con esperanza, con cercanía, y esta fuerza y perspectiva de cambio se han contagiado sin duda entre todos los asistentes. Abramos nuestras mentes a diferentes músicas, aceptemos afinaciones distintas, ritmos irregulares, utilicemos estas diferencias como puente para acercarnos a otras culturas, y no olvidemos que la educación musical puede ser el detonante para mejorar la vida de otras personas.
Sobre el concierto
El concierto tuvo lugar a las 19h, y empezó con la proyección de un vídeo-canción de presentación llamado Unidas contra el olvido, protagonizado por alumnado de los conservatorios profesionales de música de Segorbe, Godella y Llíria, y de los institutos de Quart de Poblet y del Comenius Centre Educatiu.
«La música es un lenguaje universal y una herramienta de valor social»
Seguidamente, parte del alumnado de estos centros participantes, acompañados por su director y su pianista, interpretaron en vivo Contra el olvido. Palestina, tierra viva, de Maddy Beyton.
Después de esta presentación musical tuvo lugar un breve discurso sobre los temas tratados en el encuentro de por la mañana, poniendo énfasis en que Unrwa, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio y organizadora del evento, cree que la cultura y la música pueden favorecer el camino hacia la seguridad y la paz.
La música del pianista estuvo dividida en ocho piezas, las cuales explicaba en su idioma materno antes de tocar y nos traducía al público su compañera, también refugiada palestina. El programa del concierto fue el siguiente:
- Syria Zmann: una pieza reflexiva y crítica que pretende capturar la tragedia de la población refugiada en forma de ironía.
- Jasmine: el jazmín blanco es la flor nacional de Siria, y su aroma provoca recuerdos de infancia en el músico, los cuales nos transmite a través del piano
- Yarmouk: una obra que trata sobre las emociones de Aeham en sus primeros años de refugio en Alemania.
- Home: esta pieza la escribió un mes antes de partir de Siria y refleja la búsqueda de un hogar a través de música únicamente instrumental. En esta se pueden apreciar una serie de variaciones sobre el famoso Himno de la Alegría de L. v. Beethoven con cambios de tonalidad y modalidad.
- UNRWA box: esta canción la dedicó a la dura realidad del campamento, reflejando la lucha del día a día por sobrevivir.
- Suffering: esta obra transmite el llanto por la pérdida de la humanidad en la guerra y el dolor y impotencia de la gente siria y palestina.
- Taksim: esta es una melodía típica de las culturas árabe, turca y de Oriente Medio con la que se improvisa.
- Lamaa Bada: es una pieza folklórica del Mwashah árabe, con una estructura gramatical y artística típica de los poemas árabes. Además, esta melodía nos resulta familiar al alumnado de pedagogía del centro por haberse trabajado en uno de los talleres de músicas del mundo realizado hace unos meses.
Con la interpretación de todas estas piezas, Aeham Ahmad demuestra una gran técnica pianística y una expresividad increíble, reflejada sobre todo en su voz. Entre las notas del piano y sus dedos destacan recursos armónicos como escalas frígidas y escalas pentatónicas menores, y recursos extendidos como el uso de las cuerdas del piano o de la tapa de la cola para producir sonidos graves y diferentes a los del propio instrumento.
El concierto fue todo un éxito, el auditorio completó prácticamente su aforo, y el público no pudo reprimir sus ganas de aplaudir fuertemente y alabar a Aeham Ahmad por su gran actuación y musicalidad, pero sobre todo por su valentía y su gran labor social de defender los Derechos Humanos de su población y también de cualquier otra que se encuentre en situación de opresión y conflicto.
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