Por Javier Aloy Ramos
En marzo de 2020 tenía previsto realizar mi segunda estancia Erasmus+ en el Conservatorio San Pietro a Majella de Nápoles. Todo preparado. Fechas, vuelos, hotel, etc. Pero, debido a la pandemia, la situación era muy incierta y a última hora el Conservatorio decidió suspender las clases colectivas, así como conciertos y todo tipo de actividades. Con este panorama, la única solución era cancelar y esperar a que todo este mal sueño pasara.
Dos años más tarde retomamos la propuesta y, dado que la situación era más favorable, volamos a Nápoles el 29 de marzo de 2022. Esta vez acompañado de los colegas Jesús Fuster y Carmen Mayo. Ellos ofrecieron un concierto para oboe y piano con obras de Bach, Robert y Clara Schumann. Tal y como habíamos hecho en otras ocasiones, presenté el concierto hablando de la capacidad expresiva de la música en el Barroco y el Romanticismo e introduciendo brevemente las obras que se interpretaron.
Se trataba de conectar la capacidad expresiva de la música en el Barroco con su doctrina de los afectos, por la cual la música se servía de cromatismos, disonancias y figuras retóricas para expresar toda una gama de pasiones y estados de ánimo, con el Romanticismo, que supone la conquista de la música como ideal de expresión de los sentimientos.
El concierto se realizó en la sala Scarlatti del Conservatorio, el miércoles 30 de marzo por la tarde, con una calurosa acogida del variado público entre colegas y alumnos del centro.
Pero la novedad de esta edición vino por la coincidencia en las fechas con la estancia de nuestro compañero de historia de la música, José Miguel Sanz, con el que compartí, junto a nuestro anfitrión el Mº Paologiovanni Maione, una mesa en torno a los lazos musicales entre Nápoles y España en el s. XVIII.
Fue un placer y un honor participar en la mesa de diálogo con mis dos colegas en la sala Riccardo Muti del Conservatorio. Tras la erudita introducción de nuestro anfitrión italiano, el profesor Sanz expuso magistralmente las líneas de investigación en torno a la figura de Martin i Soler. Mi intervención versó sobre una de las figuras clave de la música española del s. XVIII, el padre Antonio Soler. Una figura muy ligada tradicionalmente al compositor napolitano D. Scarlatti. Influencia que podemos apreciar, sólo en parte, en sus sonatas bipartitas monotemáticas, ya que en su producción de música para tecla hay autores como R. Mitjana o S. Katsner, que colocan la obra de Soler más allá de la estética de su propio tiempo y alejada de la influencia italiana.
Este acto se realizó la mañana del miércoles 30 de marzo y el contacto con el nutrido público que asistió fue muy enriquecedor.
Además de recorrer los pasillos, aulas, respirar sus muros y claustros, hemos compartido ideas, cafés, cornetti y alguna que otra cerveza con profesores y directivos del Centro. Todo un ejercicio de aprendizaje y apertura de mente necesario para continuar con la incesante labor pedagógica.
Dado que el actual Conservatorio es el depositario del legado de otros tres antiguos conservatorios de Nápoles, pudimos realizar una visita guiada por su histórica biblioteca y archivo, así como por su museo de instrumentos que contiene verdaderas joyas musicales.
La coincidencia de que estuviera en cartel las Bodas de Fígaro de Mozart, en el mítico teatro San Carlo, hizo que nuestra estancia fuera algo más que un acierto.
Lo caótico de la ciudad, con las motorini sorteando la gente, las estrechas calles empedradas, los edificios desconchados, los pequeños altares en las esquinas, el fervor por Maradona, las majestuosas iglesias, los mercados callejeros, los puestos de comida, el barrio de los españoles y el puerto, observado atentamente por el Vesubio, son algunas de las imágenes que completaron una auténtica estancia estético-musical a la napolitana.
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