Por Sofia Escorihuela
Mercedes Vandendorpe (1970) se formó en Artes Visuales y Comunicaciones en University of Ottawa (1992) y ha elaborado proyectos creativos que se despliegan a partir de un imaginario onírico. Su profundo interés tanto en el mundo de los sueños como en su aparato simbólico le ha llevado a especializarse en Teoría Junguiana por la SIDPaJ (2021), sociedad internacional en la que ahora imparte cursos en la especialidad de Arte y Cultura. Su nuevo libro El tenue latido de las imágenes (2023) es un texto poético que se nutre de sus investigaciones sobre el inconsciente.
Entre las acepciones del término crear encontramos “producir algo de la nada” y “criar”. ¿Cuál es la relación entre estos dos significados? Mercedes Vandendorpe nos guió por un recorrido a través de la historia, en el que nos descubrió sorprendentes detalles sobre la evolución de la humanidad. En la religión judeocristiana, se asocia la creación con Dios: él es quien ha creado todo, incluso al ser humano. Por eso, se considera creador al gran padre. Sin embargo, en la cultura griega, el concepto de creación es distinto.
En la Antigua Grecia, se relacionaba la acción de crear con la naturaleza, la gran madre. Pese a esta diferencia, las dos culturas comparten la idea de que todo cuanto tenemos en el mundo proviene de algo que está fuera de la consciencia, o al menos, fuera del ser humano. Es por eso que a lo largo de la historia se ha atribuido esta obra bien al gran padre, o a la gran madre.
El hecho de que se haya declinado a la naturaleza como creadora de todo y se haya optado por la idea del Dios creador, lleva implícito un abandono y rechazo de la naturaleza. Para entender por qué sucedió esto, recorreremos la evolución de la humanidad en cuatro etapas.
La primera de ellas se desarrolló milenios atrás. En ella, la conciencia se encontraba dentro de la madre naturaleza, es decir, estaba dentro de la matriz del inconsciente (entendemos matriz como algo que encierra o da origen). Asociaremos esta primera etapa con una mariposa dentro de la crisálida: la mariposa está en la matriz, en el vientre de la madre. En el caso de los humanos, una vez fuera de la madre, la “matriz” de un niño serán los lazos familiares. El niño no tendrá conciencia; esta estará pegada a la de sus padres. Cuando no hay conciencia, se produce una fusión: la participation mystique. Este término hace referencia a la comunión que se da en colectivos que se reúnen en un ritual, en el que generan fuertes vínculos inconscientes con los demás. En el caso de la participation mystique, puesto que se anula la conciencia, es necesario crear un vaso contenedor para todos los individuos involucrados en el acto. Por eso, antes de estas situaciones, se llevan a cabo rituales que permitan mantener el vaso contenedor.
En la segunda fase, la matriz de la naturaleza no es percibida como tan positiva, sino como algo más negativo. Se percibe el aspecto devorador de la gran madre. Por ejemplo, una serpiente es capaz de renacer y de curar con su veneno, pero también puede matar con él; la naturaleza florece y crea nuevas vidas, pero también deshace los cuerpos de las personas fallecidas. Es decir, reabsorbe todo lo que de ella proviene. Este aspecto devorador también se conoce como el inconsciente, y se ha intentado desactivar durante miles de años. Siguiendo nuestro ejemplo anterior, la mariposa, en esta fase, debe romper la crisálida para salir al exterior.
Si no lo consigue, morirá, y rápidamente desaparecerá engullida por la naturaleza. No obstante, aunque ayudarla a salir resulte una opción, no es la más adecuada. La mariposa necesita dejar atrás esta etapa de crisálida por sí misma, puesto que esta lucha le proporcionará habilidades necesarias para luego sobrevivir. En el caso de los seres humanos, esta fase se relaciona con el abandono de un joven de la unidad familiar, y las dificultades para relacionarse con iguales y encontrar nuevos referentes.
En la tercera fase, la mariposa consigue salir de la crisálida y lo que queda es un cascarón vacío. Hoy en día, la naturaleza se percibe así: vacía. Para encontrar una explicación, ahondaremos en la mitología griega.
La diosa Palas Atenea no provenía de la naturaleza como los demás dioses. Ella había nacido de una parte de la cabeza de su padre, Zeus. En este punto observamos que no es la gran madre naturaleza quien dio vida a Atenea, sino el dios padre, la cultura. Paulatinamente, a lo largo de la historia se han ido eliminando las figuras femeninas del plano creador y todo se ha empezado a relacionar con la figura del hombre.
En el siglo XVIII nacieron las máquinas, que son consideradas hijas sin madre. Se las conoce así debido a que su “padre” o creador no es divino, sino el hombre.
En la cuarta fase, es momento de reconectar con la parte de la naturaleza interior con la que uno puede relacionarse. Es habitual que un niño nacido en el seno de una familia deportista tenga facilidades para practicar deporte, pues sus padres, de forma consciente o inconsciente propiciarán estas actividades. Sin embargo, puede que a otras, como a las artes, el niño no tenga acceso y cuando sea adulto (sobre los cincuenta años), se decida a indagar por este camino. Muchas veces, ocurre que las personas llegan a la mediana edad con una sensación de vacío importante. En esta situación, Carl Gustav Jung propone girar el foco y que no sean los cánones sociales los que dicten nuestros intereses. Es decir, el foco debe volverse hacia dentro, de donde defiende Jung que proviene la creatividad. Es momento de reconectar con tu dimensión interior para poder desplegar todo tu potencial. Esta es la verdadera creatividad del inconsciente.
Desde la comunidad del Conservatorio Superior “Joaquín Rodrigo” de València queremos agradecer a la profesora Gloria Bas la organización de esta actividad tan interesante y educativa.
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