Por Miguel Gironés Cervera
El primer encuentro HarMA (Harmony and Music Analysis) celebrado en Bruselas en abril del año pasado fue el pistoletazo de salida de mi experiencia Erasmus de este año. Viajar con mis compañeros Iluminada Pérez y Jorge Sevilla hizo entonces que todo fuera algo más natural. Allí conocimos a otros colegas españoles y extranjeros, y si algo pusieron de manifiesto las distintas ponencias fue la gran diversidad de enfoques pedagógicos y metodológicos con los que se afronta la enseñanza de nuestras materias (Armonía, Análisis, PAC, etc…). Fue también –de ello se trata– ocasión de intimar un poco más en los “corrillos” donde, la afinidad cultural y lingüística hizo que el grupo italiano despertara pronto mi curiosidad. Recuerdo que quedé impresionado de que, el primer día, una profesora de Novara manifestara haber leído un artículo mío publicado en Quodlibet. Su interés por la relación análisis-interpretación –tema al que por circunstancias he dedicado parte de mi atención los últimos años– inspiró parte de la conversación a partir de ese momento.
Acabado el evento e iniciado un nuevo curso contacto rápidamente con el profesor Antonio Grande, del Conservatorio “Giuseppe Verdi” de Como para barajar la posibilidad de un intercambio. Tras la necesaria burocracia –no existía convenio de colaboración entre nuestro centro y el suyo– se pone en marcha el proceso y finalmente acordamos que él vendrá a Valencia a inicios de abril y yo viajaré a Italia aprovechando los primeros días de Semana Santa. El tema de sus lecciones y de su investigación más reciente es la Teoría Analítica Post-riemanianna; buena ocasión para formarme una idea más concreta de algo sobre lo que solo había oído vagamente. Que dé clase en italiano y prácticamente no sea necesaria aclaración ni traducción alguna me tranquiliza, pues yo me había comprometido a impartir las mías en su idioma (muy mal tengo que hacerlo para que no me entiendan los italianos a mí, pienso…).
Por fin viene “el día D” y allá que vamos. El vuelo, los trayectos en tren y la llegada a mi alojamiento se desarrollaron según lo previsto. Al llegar la víspera del curso aún pudimos confraternizar Antonio y yo (lo que en román paladino significa que nos metimos entre pecho y espalda un buen plato de pasta…). Como las clases empezaban al día siguiente por la tarde tuve tiempo de hacer turismo por la bellísima catedral y sus calles adyacentes por la mañana, ver el famoso lago casi al pie de los Alpes (la excursión en barco habría de esperar al último día) y comer tranquilamente.
El “Giuseppe Verdi” se halla en un antiguo hospital –después convento– del siglo XVIII, con los inconvenientes logísticos que ello supone pero con el encanto de cualquier edificio antiguo (ahora entiendo que el profesor Grande se deshiciera en elogios hacia nuestro conservatorio de cuatro plantas y excelente ubicación). Un aula de tamaño similar a las nuestras me esperaba en el primer piso con todo a punto para conectar el portátil e idénticos problemas con el wi-fi que cuando se “juega en casa”. Empieza mi exposición, que versaba sobre el análisis de los “Preludios para piano” de Debussy (especialmente el segundo volumen) con una introducción sobre el autor, características generales de la obra a nivel estructural y armónico y análisis superficial del primer volumen.
En la segunda parte de esta primera sesión vespertina abordo ya el estudio de los cuatro primeros preludios del segundo volumen. Creo que ha sido un acierto alternar las diapositivas con la audición de cada una de las piezas. Y compruebo, por las caras de mis interlocutores, que mi manera de expresarme en italiano no parece ser un problema para entendernos… De vuelta a mi alojamiento contemplo por youtube –aquí sí que hay buena conexión a internet– que el pavoroso incendio de Notre Dame está controlado. Mañana más.
Segunda sesión, día 17 por la mañana. Cambio de aula y de caras (los alumnos deben alternar sus clases con las ponencias), misma tónica. En la pausa tengo ocasión de conversar con la colega de Novara, Simonetta Sargenti, que ha tenido la deferencia de venir a escucharme y acordamos hacer lo posible para que el próximo intercambio sea con su Conservatorio. Conozco también entonces a la coordinadora Erasmus de Como. Al finalizar el curso, más desinhibidos, nos damos un segundo homenaje con otro plato de pasta.
El broche de oro fue la inexcusable visita al lago de Como, desde cuyas orillas pude admirar las vistas que fueron patria de Alessandro Volta (sí, el inventor de la pila y que da nombre a los voltios) y de los historiadores Plinio el Viejo y el Joven.
Desde aquí animo a compañeros y alumnos a que aprovechéis la oportunidad que os brinda el programa Erasmus. Seguro que no os arrepentís.
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