Por Esther Cepero Díez
Título: La música en el castillo del cielo. Un retrato de Johann Sebastian Bach.
Autor: John Eliot Gardiner.
Editorial: Acantilado.
Año de publicación: 2015
ISBN: 978-84-16011-55-1
Depósito legal: B.12 193-2015
Podría decirse que la historia de la música se mueve en una estrecha y delgada línea que separa dos polos completamente opuestos. Por un lado existen muchos ejemplos en los que vidas disolutas o conductas más o menos reprobables, vistas siempre desde el prisma de quienes la escribieron, condicionaron la concepción de determinados compositores y por ende sus obras. Sin embargo, en el extremo opuesto encontramos otros que, con independencia de su talla como músicos, que es incuestionable, la historia los ha idealizado hasta el punto de darles un cariz hagiográfico.
He aquí el aspecto en el que J. E. Gardiner pretende ahondar con el libro que nos presenta. Desde su conocimiento de J. S. Bach en todas las vertientes en las que ha desarrollado su labor como músico, es decir, estudiante, intérprete y director, apoyándose en gran cantidad de ejemplos musicales y una completa documentación, inicia el libro con un prólogo en el que anhela desmitificar al “genio”, dando visibilidad a los defectos que poseía como cualquier ser humano (algo que la historia ha minimizado hasta el punto de no evidenciarlos), y con ello, intentar entender su música como un reflejo de su personalidad.
El autor inicia el libro con dos capítulos históricos. Uno hace referencia a su vivencia personal como niño que se educa en un marcado ambiente musical junto a sus hermanos y su posterior formación como músico con reputados profesores, quienes, aparte de infundirle grandes conocimientos en este campo, le alentan a llevar a cabo muchas tareas para las cuales no se sentía preparado. En el segundo, hace una extensa contextualización de la historia, geografía y política de la Alemania del siglo XVII.
Prosigue haciendo alusión, no al personaje sobre el que se sustenta el libro, sino a la familia a la que pertenece y los orígenes de la misma. Menciona de forma clara una cosa habitual en muchos países de Europa: Los Bach, no eran más que una familia dedicada al oficio de la música como los Scarlatti en Italia o los Couperin en Francia. La única diferencia que existía entre ellos habría que buscarla en los condicionantes, creencias y formas de afrontar las situaciones que les rodeaban y que determinarían, no solo el desarrollo de su actividad sino también su posicionamiento dentro del estrato social. Eso sí, todos ellos aprendieron el oficio a base de trabajo, esfuerzo, estudio e imitación de las técnicas compositivas que habían ido pasando generación tras generación. No había cabida a la improvisación, más aún, cuando la música tenía el claro papel de promover los afectos en los oyentes. Algo que aprendieron los afamados compositores que nacieron en el mismo año que J. S. Bach. Hablamos de Haendel y D. Scarlatti, y otros contemporáneos como Rameau (nacido dos años antes, en 1683) o Mattheson y Telemann (cuatro antes, en 1681).
Dedica un capítulo a la profunda religiosidad de Bach. Como su infancia y su vida adulta estuvo marcada por la influencia de Lutero, con quien compartía algo más que afinidad religiosa, ya que ambos nacieron en la misma región de Turingia, compartieron escuela y coro, aunque distanciados en el tiempo. Cómo su fe se ve reflejada en la forma de componer es algo necesario para comprender y poder entender su música.
Nos presenta a un Bach poco idílico. Con una personalidad irascible, proclive a tener accesos de ira, sobre todo cuando sentía que su profesión estaba siendo coartada. Irreverente con las autoridades superiores de las que dependía su trabajo, el Consejo de Liepzig. Algo que parecía ser congénito en la familia Bach, al creerse herederos de un virtuosismo que les llevó a ser tachados de nepotismo y exceso de autoridad. El autor pone sobre la mesa, la posibilidad de que parte de la culpa se debiera a las circunstancias difíciles y complicadas que rodearon su infancia, adolescencia y educación. Así pues, esa imagen de joven responsable y ejemplar tiene el mismo peso que la posibilidad de que Bach se dejase llevar por el ambiente de delincuencia y bravuconería que le rodeaba en su juventud. También como consecuencia de su traumática infancia, contaba con no llegaba a diez años cuando quedó huérfano, era tremendamente tímido y con dificultad para las relaciones sociales. A su favor cabe destacar algo que no pasa desapercibido para el lector, el exasperante ambiente que reinaba en este prestigioso colegio venido a menos y el exhaustivo control que el Consejo de la ciudad de Liepzig ejercía en el desarrollo de su actividad como compositor y maestro cantor. A veces poco plausible y criticada por sus coetáneos por la dificultad interpretativa de su música, pero que a él le servía para alcanzar un objetivo autoimpuesto: Glorificar a Dios a través de la perfecta conjunción texto y música. Algo que se plasma en las cantatas, la misa en Si menor y sus dos Pasiones, ampliamente comentadas por el autor del libro.
En definitiva, se trata de un libro cuya lectura resulta intensa, difícil y a veces farragosa, requiere conocimientos sólidos y amplios de índole musical, apoyo, si cabe la posibilidad, de las partituras de las obras que se comentan. Aun así, muy interesante a nivel musical, no solamente porque está escrito por un músico cuyo currículum lo avala, sino por la cantidad de ejemplos comentados en los que se sustenta y la documentación que aporta respecto, no solo en lo referente a la incomparable figura de J. S. Bach, sino a todas las circunstancias que rodearon su vida y que forjaron su carácter. Evidencia que debajo de la genialidad existía un ser humano lleno de defectos e inseguridades, que gracias a su destreza, dominio y excelencia musical, quedaron en un segundo plano.
John Eliot Gardiner:
Director de orquesta británico (Fontmell Magna, Dorset, Inglaterra; 20 de abril de 1943). Fue alumno de N. Boulanger. Se ha consagrado como director de música de los siglos XVII y XVIII interpretada con instrumentos de época. Cuenta en su haber con más de 250 grabaciones, que abarcan desde Claudio Monteverdi hasta Benjamin Britten, cubriendo no sólo la música antigua y barroca, por la que es muy renombrado, sino también un amplio rango de música clásica y romántica incluyendo todas las sinfonías de Beethoven, La condenación de Fausto de Berlioz, y Falstaff de Giuseppe Verdi y en la que destacan sus grabaciones de Rameau y de Gluck.
Fue director musical de la ópera de Lyon (1983-1988) y estuvo a cargo de la orquesta de la radio de Hamburgo (1991-1995). Además trabajó con la Orquesta Sinfónica de Londres y con la Berlin Philharmonic. Gardiner se ha presentado con algunas de las mejores orquestas del mundo, incluyendo la Orquesta Philharmonia, la Orquesta Sinfónica de Boston, el Orquesta Real del Concertgebouw y la Filarmónica de Viena. Ha dirigido la Ópera del Sadler’s Wells y en el Covent Garden.
En 1987 recibió un doctorado honoris causa por la Universidad de Lyon y en 2015 por la Universidad de Cambridge.
En 2014 fue nombrado Presidente del Archivo Bach en Liepzig.
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