Por Robert Fuster Capilla
El pasado 27 de marzo dieron comienzo en el Conservatorio Superior de Música «Joaquín Rodrigo» de Valencia, las Jornadas de Musicología organizadas nuevamente por el departamento de Pedagogía y Musicología del centro. Las interesantes conferencias, que se extendieron hasta el día 31 de marzo, fueron impartidas por relevantes expertos en las diferentes temáticas musicológicas.
La sesión inaugural comenzó con una excelente ponencia titulada: La dramaturgia musical: introducción al concepto y aplicaciones al repertorio hispánico a cargo José Máximo Leza Cruz, profesor titular y director del doctorado de Musicología de la Universidad de Salamanca. Sus temas de investigación predilectos son la ópera y la zarzuela y sus aspectos dramatúrgicos e historiográficos durante los siglos XVIII y XIX. De hecho, ha participado en varios proyectos de investigación sobre el teatro musical y ha colaborado con grupos de musicología de Italia, Francia, Reino Unido y Portugal. También debemos remarcar que ha sido el responsable de la edición española de La música en España en el siglo XVIII y ha editado obras de José de Nebra.
En primer lugar, se podría decir que uno de los interrogantes clave que ha pretendido resolver esta ponencia es el siguiente: ¿cómo podemos analizar una ópera? Esta es una cuestión compleja debido a que, por una parte, la ópera es «un arte de voluntades compartidas, negociadas», es decir, se aleja de la autonomía creativa ya que precisa de un sistema artístico y productivo enorme. Así mismo, la multiplicidad de elementos combinables entre sí complica todavía más la tarea de desembrollar el asunto.
Por otra parte, debemos tener en cuenta que la ópera ha ido variando a través de los siglos, por esta razón cada momento histórico precisa de un ajuste de la herramienta analítica. Esta diferencia la podemos ver, por ejemplo, en la sucesión recitativo-aria, típica del siglo XVIII, y la scena del siglo XIX. Es decir, no hay elementos formales tan previsibles como en otras identidades musicales. Por esta razón, la respuesta a la pregunta «¿cómo se adapta una historia a la ópera?» será siempre: depende. Depende del momento histórico y de muchos otros factores como el «formato empleado. En las arias, por ejemplo, muy poco texto queda plasmado con un mayor minutaje musical. Sin embargo, en el recitativo secco el texto transcurre muy rápidamente. El aria se asocia con la parte emotiva del pensamiento; el recitativo, con la parte racional.
En definitiva, debemos tener en cuenta que «en la ópera, la música es el núcleo central de nuestra valoración como espectadores. La verosimilitud no pasa por la adecuación a la realidad». Más bien pasa por la sublimación de los afectos a través del arte.
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