«Lo más importante es que la radio contribuye a una misión crucial que tenemos todos los amantes de la música en el s. XXI: no permitir que se nos atrofie el oído»
Por Carmen Mayo
El pasado 12 de mayo pudimos disfrutar, en el Conservatorio Superior de Música de Valencia, de una interesantísima conferencia a cargo de Eva Sandoval. Con el título: «Comunicar la música», la musicóloga e informadora en Radio Clásica RTVE, nos descubrió pautas sobre cómo lograr un acercamiento y una divulgación amena, pero a la vez rigurosa, de la música clásica a través de la radio.
Eva, durante sus 13 años de trayectoria en el medio, ha presentado programas como: Té para tres, Melodías de comedia, Grandes ciclos, Músicaviva o Estudio 206. En la actualidad dirige junto a Clara Sánchez el magazine Café Zimmermann. También colabora en el programa Las mañanas de RNE con la sección “Clásicos en la gran pantalla” sobre música clásica y cine. Por otro lado, es presentadora de los conciertos de la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE en Los conciertos de La 2 y El palco, así como es requerida para numerosas presentaciones de eventos musicales de relevancia. Además, ha sido profesora en la Universidad de La Rioja y la Complutense de Madrid.
Agradecemos a Eva Sandoval la amabilidad de ofrecernos esta entrevista para conocer un poco más su trayectoria y los entresijos de su profesión.
– Eva, eres una profesional de la radio que habitualmente se dedica tanto a presentar conciertos, festivales y diversos actos musicales, como a entrevistar a intérpretes o personas relevantes en el ámbito musical. Hoy eres tú la entrevistada y tenemos curiosidad por saber de ti. ¿Cómo surgió tu interés por este medio y cuándo decidiste que podría ser tu profesión?
– La radio siempre ha estado presente en mi vida. Algunos de los recuerdos más persistentes de mi infancia, en los años ochenta y noventa, están rodeados de sonido radiofónico, tanto de las emisoras generalistas que escuchaba mi padre como de las radiofórmulas que solía sintonizar mi madre, entre ellas Radio Clásica. Cuando empecé a estudiar piano y solfeo con ocho años, en 1990, el interés por Radio Clásica aumentó en la familia, pero en ese momento nadie imaginó que yo podría llegar a trabajar junto a aquellos maestros que nos deslumbraban con su erudición y que nos descubrían cada día nuevo repertorio y nuevas formas de disfrutar con la clásica. Así que, en realidad, nunca “decidí” que la radio iba a ser mi profesión. Simplemente me llegó la oportunidad de presentarme a una entrevista de selección de personal para Radio Clásica en 2008 y no podía dejar pasar aquella tremenda oportunidad. Tuve la gran suerte de que necesitaban una voz de mujer y de que mi manera de expresarme, así como mi trayectoria profesional (aún incipiente por aquel entonces), les parecieron adecuados a los responsables de la emisora. En ese momento el equipo de dirección estaba liderado por el gran divulgador musical Fernando Palacios, del que aprendí muchísimo en esos primeros años en RTVE.
– ¿Qué obstáculos tuviste que afrontar en los comienzos, si es que los hubo? ¿Qué sentiste al realizar tu primer programa?
– Antes de empezar a hablar tras un micrófono había realizado artículos, críticas y notas al programa, siempre prensa o divulgación musical escrita. Pero nunca me había enfrentado a la tremenda dificultad que supone esa inmediatez de la escucha colectiva que tiene la radio en directo. Hasta que te acostumbras, es algo que puede imponer mucho. Así que, mis principales obstáculos vinieron por parte de la voz. Tuve que aprender a utilizarla técnicamente para hacer llegar el mensaje lo mejor posible al oyente, pero también necesité investigar y experimentar durante muchos meses cómo resultar cercana sin caer en la vulgaridad, amable sin dejar de ser rigurosa con la información y pedagógica sin aburrir contando cientos de datos. Esos retos me los marco aún hoy en día cuando hago un programa. Pero, además, hay otras muchas dificultades que, si no nos ponemos en el papel del locutor, no recabamos en ellas: pronunciaciones correctas de nombres propios en muy distintos idiomas, equilibro en la cantidad de palabra y música en cada emisión, criterios a seguir para enlazar unas obras con otras, qué hacer si suena una obra que no soy capaz de reconocer… Recuerdo con especial cariño mi primera transmisión en directo de un concierto. Fue a finales del verano de 2008. Mi compañero Jon Bandrés y yo teníamos que narrar la interpretación de El barbero de Sevilla de Rossini que llegaba a las ondas de RNE a través de la UER (Unión Europea de Radiotelevisión), nada menos que desde La Scala de Milán. Estaba tan nerviosa que, no solamente escribí el guión al detalle, sino que ¡lo ensayamos varios días antes! Incluso me vestí de concierto para tener la sensación de estar en el patio de butacas del teatro y poder transmitir esa emoción a la audiencia. El programa salió bastante digno, pero mi voz sonaba seguramente una quinta más aguda de lo que suena hoy… Eso, entre otras cosas, es lo que puede ocurrir cuando tienes poco tiempo de experiencia.
– ¿Qué crees que ha aportado, o puede aportar, el medio radiofónico a la cultura musical de nuestro país? ¿Qué aporta el medio radiofónico que tal vez no posea el audiovisual?
– Lo más importante es que la radio contribuye a una misión crucial que tenemos todos los amantes de la música en el s. XXI: no permitir que se nos atrofie el oído. Creo que el sentido del oído es el principal damnificado en esta sociedad dominada por los mass media y por las redes sociales en la que vivimos inmersos. Gracias a la radio podemos centrar nuestra atención sólo en lo que suena, y no en lo que vemos, que es lo que ocurre con el audiovisual. Estamos perdiendo la práctica de la escucha atenta y activa, fundamental para poder disfrutar con la clásica, el género musical más complejo y más demandante para el oyente. En concreto en nuestro país, Radio Clásica ha sido fundamental para crear y cultivar varias generaciones de melómanos y de profesionales de la música que tienen o han tenido a esta emisora por compañera día y noche. Esto ha ocurrido desde 1965, cuando se fundó. Creo que Radio Clásica, con su gran calidad desde aquellos inicios, ha suplido las muchas carencias que aún sigue teniendo la educación musical en los estudios generalistas de niños y jóvenes en España, así como la falta de esa inmensa tradición musical que encontramos en otras naciones europeas como Alemania, Italia, Inglaterra o Francia. Lo que sí hemos de reconocer es que la capacidad que posee la televisión para llegar a una amplia cantidad de público de forma simultánea, especialmente en horarios de máxima audiencia, nunca la llegará a conseguir la radio. Por eso, cuando se transmite un concierto clásico o un programa musical en televisión hemos de felicitarnos. Algún hombre o mujer, niño o niña, estará descubriendo algo que puede cambiar su vida para siempre.
– ¿Cómo es uno de tus programas «por dentro»? Supongo que sois un equipo. Cuéntanos brevemente, si es posible, cómo se elabora.
– Normalmente los oyentes piensan que hay un gran equipo detrás de cada programa en Radio Clásica, pero no es así. Esa es otra de las dificultades que tiene formar parte de esta emisora. Lo habitual es que los programas sean unipersonales: el guión y la selección musical, así como la locución, están elaborados por una misma persona. Eso sí, con la asistencia de los profesionales técnicos de RNE que se encargan de realizar el programa en directo o de montarlo en los estudios de grabación. Pero, actualmente, tras haber estado durante casi ocho temporadas produciendo programas en solitario, desde 2018 codirijo el espacio “Café Zimmermann”, junto a Clara Sánchez, quien me acompaña al micrófono, y Carolina Tofé, que se encarga de la producción de las actuaciones musicales que tenemos casi todos los viernes, lo que llamamos “Estudio 206”. En nuestro “Café Zimmermann” diseñamos distintos rincones para cada día de la semana en los que la música se encuentra con otras disciplinas o consigo misma. Cada una de las directoras del magazín nos encargamos de unas secciones en concreto y luego ponemos en común nuestro trabajo individual, teniendo en cuenta las líneas maestras del programa. Además, también colaboro con José Luis Besada en el espacio de música contemporánea “Miramondo multiplo”, en donde simplemente ejerzo el papel de “oyente curiosa” de la creación actual. En cualquiera de los dos casos, he de decir que soy tremendamente afortunada por poder aprender tanto de estos magníficos profesionales cada día.
– Utilizaste una expresión en tu conferencia que me pareció muy destacable: la intención de hacer «alta divulgación». Ello implica, obviamente, una preparación adecuada por parte del profesional de este medio. ¿Cuál crees que debería ser la formación adecuada de ese profesional?
– En mi opinión, la formación ideal de un comunicador de una emisora que trabaja con la música clásica, de un presentador de conciertos de este mismo género o de un redactor de críticas, artículos o notas al programa, debe ser la carrera de Musicología, o, en su defecto, el título superior de algún instrumento, dirección, pedagogía o composición, es decir, un profesional que se haya moldeado en el mundo de la música. Y, además, como complemento, es deseable la realización de algún curso o master de periodismo, de escritura, de locución o de presentación ante el público o la cámara. En contra de lo que pudiera parecer, para poder ejercer una “alta divulgación” que sea capaz de llegar a todos los públicos hay que poseer unos conocimientos especializados de notable nivel, que te permitan simplificar sin dejar de ser veraz y respetuoso con la historia y con el lenguaje musical y, al mismo tiempo, sin perder demasiado contenido por el camino. Para mí, la figura del “periodista musical” ha de partir del Conservatorio Superior o de la Facultad de Historia y Ciencias de la Música, pero no del ámbito periodístico. Lo más importante es conocer a fondo la materia de la que estás hablando, ya tendrás tiempo de aprender a comunicarla. Pero también es verdad que, a lo largo de estos años, me he dado cuenta de que algunos melómanos y discófilos de amplia cultura, sin saber leer una partitura ni haber recibido una clase de música en su vida, podrían preparar excelentes programas radiofónicos. Diferentes, sin meterse en asuntos técnicos, pero igualmente interesantes y enriquecedores, porque aman la música, y eso, en el fondo, es lo principal en una profesión como ésta: considerar la música como una forma de vida.
– Enlazando con la anterior, ¿cómo se puede divulgar y generar interés en la escucha de música clásica y no perder su significado esencial y sin banalizar?
– La clave es ser capaz de ponerse en la piel del oyente o espectador menos informado y, a la vez, en la de un profesional de la música. Eso implica investigar y conocer a fondo las composiciones y los autores de los que vas a hablar, para poder combinar de forma equilibrada en tu discurso los puntos de acceso más asequibles para el público general (anécdotas, mitos, generalidades…) junto con curiosidades técnicas que puedan atraer a los propios músicos: in medio virtus est.Nunca sabes quién te estará escuchando en la radio o quién te puede estar viendo en un concierto. El juego de tensiones y niveles culturales en la locución es muy importante, así como el humor y las posibles relaciones con la actualidad informativa.
– Durante tu conferencia el pasado mes de mayo en nuestro conservatorio, tuviste un lleno total en la sala (con el aforo que las circunstancias permitían). ¿Cuál fue tu sensación respecto al interés del público asistente, principalmente alumnos?
– Tuve una sensación realmente satisfactoria. La conferencia se desarrolló durante dos horas de charla, un tiempo bastante extenso en el que se podía haber dispersado la atención fácilmente. Sin embargo, los alumnos y profesores que asistieron, tanto por su actitud durante el acto como por los comentarios orales y escritos posteriores, mostraron mucho interés por el ámbito de trabajo en el que me desenvuelvo. Ojalá haya podido transmitirles lo que me fascina mi trabajo y lo feliz que me siento de ser una de las pocas afortunadas que puede dedicarse 100% a él. Con el tiempo, he ido corroborando una de las máximas del anteriormente mencionado Fernando Palacios: “sólo hay tres formas de vivir en primera persona la música, que son componer, interpretar y divulgar”. Y ahí, en la tercera rama, es donde debemos estar los musicólogos que sintamos que ésa es nuestra función en la sociedad.
– ¿Crees que puede ser importante ofrecer una formación específica, referida a medios de comunicación, en el ámbito de los conservatorios superiores? ¿Qué consejos darías a los jóvenes alumnos que quieren dirigirse a este campo profesional?
– A mí me hubiera encantado que alguna de esas autorizadas voces de Radio Clásica que tanto admiraba durante mi formación, o algún divulgador o presentador musical de prestigio, hubiera visitado el Conservatorio Superior de Música de Castilla y León, en Salamanca, donde estudié, para explicarnos qué otras formas existen de hacer de la música tu profesión, más allá de la interpretación, la investigación y la enseñanza. Por tanto, y atendiendo a que la divulgación musical es un ámbito en constante expansión gracias a la libertad que nos procura internet, creo que se vuelve cada vez más necesaria la inclusión de asignaturas que formen a los músicos (tanto a intérpretes como a musicólogos) en cuestiones relativas a cómo comunicar con palabras, y de la forma más efectiva posible, los entresijos de nuestro querido arte de los sonidos. Por eso, es una suerte que el catedrático Javier Aloy ya esté desarrollando en vuestro Conservatorio Superior de Valencia la asignatura “Estudio de Radio Clásica”. Y mis consejos para los alumnos interesados en este campo profesional son: dedicación, valentía, pasión y creatividad. Las tablas en el escenario o ante el micrófono son sólo cuestión de tiempo…
Dejar una contestacion