profesor de violonchelo del Conservatorio Superior de Música de Trieste (Italia)
Por Irene Simbor Lozano
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El profesor Pietro Serafin impartió durante los días 25, 26 y 27 de abril unas masterclass para los alumnos de la especialidad de violonchelo. Pietro Serafin fue alumno del legendario violonchelista André Navarra, ha formado parte de las orquestas italianas más importantes y actualmente es profesor del Conservatorio Superior de Trieste (Italia).
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- ¿Cómo fueron tus inicios como violonchelista?
Empecé simplemente porque un señor que vivía delante de mi casa tocaba el violonchelo. Era jubilado y le gustaba regalar clases a los niños que vivían cerca. Un día, cuando tenía nueve años, le comentó a mis padres que sería un buen momento para iniciarse con el violonchelo si quería probar. Más adelante, vio que tenía cierta facilidad con el instrumento y animó a mis padres a comprar un violonchelo y continuar con los estudios. De todos los niños que nos iniciamos en su casa, fui el único que continuó estudiando.
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- Tuviste la oportunidad de estudiar con un gran violonchelista como André Navarra. ¿Qué destacarías de los años que estudiaste con él?
Hay muchísimas cosas. Tengo que decir que antes estudié con un profesor muy bueno en Italia que se llamaba Vendramelli. Cuando acabé los estudios con él, como en Italia no existía el máster, estuve buscando dónde continuar mis estudios. En aquél momento había la Academia Chigiana en Siena, que era muy famosa. Allí habían dado clase Cassadó, Casals… era un lugar como un templo de la música, un faro que atraía gente de muchos países. Después de hacer allí un curso de verano, me presenté al examen de admisión y el profesor A. Navarra me aceptó. A pesar de que había mucha gente muy preparada y yo me sentía el último, Navarra me tomó pronto en simpatía. Cuando terminó el año decidí que quería continuar estudiando con él. En aquél momento Navarra impartía clases en Detmold (Alemania) y en Viena, así que me trasladé a Viena para continuar mis estudios. En total estuve estudiando con él durante casi cinco años.
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- ¿Crees que el profesor Navarra influyó en tu manera de enseñar?
Si, seguramente. Tengo muchos recuerdos importantes de esa época. Él fue la persona que me dijo sinceramente que yo podía tocar mejor. Y esto me dio el impulso necesario para hacer todo lo que estuviese en mi mano. Me cambió mucho técnicamente. Después de sus clases volvía a casa y estudiaba como un loco, intentando retener todo lo que me había dicho. Para mí era un gran esfuerzo desplazarme hasta Viena, por lo que cada minuto de clase lo atesoraba como algo muy valioso. Además tenía buenos compañeros, entre los que nos ayudábamos mutuamente.
Era otra época. En su clase, Navarra daba su modelo y así era como había que hacerlo, sin discusión. Era su modelo y yo lo acepté. En este sentido creo que ser un buen alumno consiste en aceptar un modelo, aunque no sea el tuyo, y después de adquirirlo puedes cambiarlo y sacar tus propias ideas. Ahora es un poco más difícil porque nadie acepta enseguida algo que sea como una verdad, pero eran otros tiempos, la mentalidad era más estricta, su opinión no era discutible.
Yo todavía guardo muchas de las cosas que me dio y conservo las anotaciones sin modificar aunque luego utilice otras ideas diferentes, porque cuando tienes una fuente así de importante la guardas para toda la vida. Yo soy muy crítico ahora, porque la manera en la que él tocaba no es la actual. Ahora existe un respeto por la fuente y por intentar aproximarse a la manera de interpretar más fiel a la época que entonces no existía.
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- ¿Cómo enfocas una masterclass? ¿Qué intentas aportar al alumno?
A veces encuentro personas que están tan desarrolladas técnicamente que intento aportarles una visión crítica, que es un poco el contrario de cómo yo aprendí. Una vez han aceptado y aprendido mi propuesta, les animo a sacar su propia manera. Creo que es importante desarrollar un criterio personal, pero siempre con respeto al texto. Por ejemplo, en el caso de obras que se han tocado miles de veces no debemos limitarnos a copiar otras versiones. A veces deberíamos ser más como niños que descubren todo de nuevo. Al final se trata de comunicar el máximo que podamos, más aún en el caso de obras donde el violonchelo está solo. Es necesario desarrollar una parte interpretativa no solo musical, también como actores capaces de transmitir el significado que queremos.
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- ¿Qué diferencias encuentras entre tus alumnos y los del Conservatorio de Valencia?
En los últimos años vengo mucho a España a visitar a compañeros y amigos como Dimas, Eduardo González o José Enrique Bouché. Me gusta mucho ver a sus alumnos porque encuentro mucho entusiasmo y muchas ganas de hacer música de manera profesional. En Italia no encuentro esas ganas, quizás porque allí la situación no es muy buena y los alumnos ven el violonchelo como una afición. Estudian música de manera amateur y buscan otras opciones a las que dedicarse profesionalmente. Entonces, cuando vengo aquí y veo tantos jóvenes con ganas de luchar y hacerse un camino en la música me dan muchas ganas de ayudar en todo lo que pueda. Intento darles todo lo que esté en mi mano y trabajar al máximo. Es imposible poder darles en una clase toda mi experiencia pero puedo transmitirles mi apoyo, hacerles sentir que estoy de su parte.
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- ¿Qué aconsejarías a los músicos que están acabando sus estudios y se enfrentan al mundo profesional?
Esta es una pregunta para la que habría que pensar mucho. Lo primero que les diría es que no debemos dejar nunca de estudiar con crítica. Porque a veces la situación es complicada y no podemos hundirnos. No podemos dejar que la música que nosotros amamos como una pasión se convierta en un trabajo frustrante. Porque entonces estaremos haciendo un daño tanto a nosotros mismos como a la música. Si hacemos la música sin pasión, el mensaje que transmitimos al que nos escucha es que la música no vale tanto. En lugar de invitar a la gente a acercarse a la música causamos el efecto contrario. Más aún en un momento como éste en el que los valores del arte se tambalean un poco, es importante que nosotros los sepamos reafirmar a quien escucha.
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