Entrevista a GABRIELA MONTERO: “Yo creo que siempre hay que volver a ese punto: ¿por qué estamos haciendo música?”

Por Carmen Mayo

La gran pianista venezolana nos dedicó amablemente esta entrevista para “Notas de Paso” la revista digital del CSMV.

El pasado miércoles 30 de octubre pudimos asistir a uno de los ensayos que,

durante este periodo, está realizando la Orquesta de Valencia en el Auditorio del Conservatorio Superior de Música de Valencia. El director, en esta ocasión, fue Pablo Heras-Casado con un programa que incluía la Sinfonía nº 3 de A. Bruckner y el concierto para piano nº 1 en Do mayor de L. v. Beethoven teniendo como solista a la gran pianista Gabriela Montero.

Gabriela Montero es una pianista venezolana de reconocimiento internacional no solo por su gran reputación como intérprete del repertorio clásico, romántico y de principios del siglo XX, sino además por sus improvisaciones sobre melodías desde populares hasta clásicas que el público le sugiere en sus conciertos. Su agenda le lleva a las mejores salas y se presenta como solista con las grandes orquestas del mundo. Sus discos con el sello EMI han ganado galardones como el Echo Preis en Alemania y fue nominada a un Grammy por su disco Baroque. Ha colaborado con grandes intérpretes como Martha Argerich, Yo-Yo Ma, Itzhak Perlman, Angela Hewitt…

Gabriela es, además, una activista incansable a favor de las libertades y los derechos humanos de su país, Venezuela, cuyo recuerdo y reivindicación lleva siempre consigo.

Su extraordinaria cordialidad y cercanía nos permitieron realizar esta entrevista para nuestra revista “Notas de Paso” después del ensayo con la orquesta. Fueron unos momentos deliciosos que nos dedicó con gran amabilidad.

Gabriela, sabemos que has actuado en España en diferentes ocasiones, pero ¿esta es tu primera vez en Valencia? ¿Te parece que el público español tiene alguna característica especial que has podido captar en tus conciertos?

Sí, es mi primera visita a Valencia. En cuanto al público español, siempre depende de la región porque España es un país que tiene sus distintos colores y variantes. Pero siempre es un público sumamente cálido, bastante atrevido a la hora de sugerir temas para las improvisaciones y creo que es un público muy emotivo que tiene una relación instintiva con la música. Esto yo lo aprecio mucho como artista.

Acabas de terminar hace un momento tu ensayo con la Orquesta de Valencia en el Auditorio del CSMV ¿Cómo ha sido esta experiencia de tocar en un centro educativo, sabiendo que están los alumnos y profesores escuchando?

Bueno, la verdad es que no sabía que venían los alumnos, pero me gustó mucho. Me llama la atención que muchas veces los artistas que van a visitar un conservatorio en cualquier parte del mundo sucede que, a veces estos alumnos y profesores, no van a las masterclasses y me parece que somos una comunidad tan pequeña en este mundo tan grande y tan global, que podríamos aprender unos de otros y apoyarnos mutuamente. Entonces me agrada muchísimo ver a estos jóvenes presenciando el ensayo.

La química con la orquesta fue fantástica, con Pablo Heras-Casado también. Es la primera vez que tocamos juntos con la orquesta y poder hacer un Beethoven con tantos detalles y tanta complicidad, con tantas conversaciones y diálogo en lo que es un estilo bastante académico, pero encontrándole el humor y ese carácter travieso de Beethoven, fue sumamente satisfactorio y divertido para mí.

Ya que esta entrevista se realiza en un conservatorio de música y su público potencial serán sobre todo jóvenes estudiantes de música (y profesores), seguro que interesará conocer cómo fueron tus comienzos en la música, quienes fueron tus profesores, tu camino…

Yo soy el peor ejemplo para dar en este tipo de situaciones porque mi camino ha sido muy poco ortodoxo. El hecho de que yo hoy en día esté tocando y esté teniendo la carrera que tengo, es casi que un milagro. Yo creo que da fe de que la esencia de un ser humano puede más que todo y es algo que no podemos evitar.

En mi caso, empecé a tocar el piano cuando tenía 7 meses de edad porque mis padres me regalaron un pianito de juguete en la primer Navidad. Ellos se dieron cuenta de la primera señal, algo un poco extraño en esta niña, y fue que saqué el segundo dedo y empecé a tocar nota por nota, en vez de golpear como hacen los niños tan chiquitos. También mi madre, como suelen hacer todas las madres venezolanas, me cantaba todas las noches las melodías infantiles, el himno nacional de Venezuela… para dormirme, y yo tardaba mucho tiempo en dormir. Y ahí se dieron cuenta de que a los 18 meses ya estaba tocando todas esas canciones infantiles. Mi madre me grabó, hay más de 150 casettes de la época donde se me escucha tocando estas canciones e improvisando también. Y así empecé con la música. La música siempre estuvo ahí para mí. Mis padres, de hecho, no son músicos no tenían ningún tipo de cultura de música clásica, en mi familia no hay músicos.

Después estuve con una profesora maravillosa durante 4 años, una pedagoga infantil excelente, hice mi debut con orquesta a los 8 años. No sabía leer música, toqué el concierto de Haydn en Re mayor todo de oído.  Yo siempre lo he hecho todo por oído. Y luego estuve 10 años con una profesora terrible en EEUU y dejé el piano. Y luego volví al piano con 20 años, hice el Concurso Chopin… en fin, han sido varias encarnaciones como artista y como ser humano dentro de una vida. Así que no hay un camino correcto ni un camino preciso o ideal. Es aquello que te lleve a ser la artista que eres o la comunicadora que eres por las circunstancias que sean.

Eres reconocida internacionalmente, no solo por tus interpretaciones del repertorio pianístico, digamos…académico, sino también por tus geniales improvisaciones. ¿Cuándo descubriste este don para la improvisación y qué sensaciones o sentimientos te aporta personalmente?

Esto siempre estuvo ahí, desde chiquitita, siempre fue la forma como yo hablaba con el instrumento. Yo contaba mis historias, intimaba con el instrumento. Si me peleaba con mi hermanito o si tenía algún tipo de suceso en mi vida… el piano siempre ha sido como mi diario. Yo entonces pensaba que todo el mundo improvisaba porque cuando tú eres de una forma piensas que todo el mundo ve o escucha de la misma manera. No fue ya hasta mucho

después, los 30… que me empezaron a comentar mis colegas que era algo inusual. Y fue gracias a Martha Argerich, cuando toqué para ella a los 31 años que me escucho, me miró y me dijo: “Gabriela, ¿esto por qué no lo sabe nadie? ¡Tú tienes que compartirlo con el mundo!”. Así que ahí empezó todo. La improvisación siempre formó parte de la manera como yo hablo con la música.

Por lo tanto, las palabras: espontaneidad, creatividad, inspiración… son esenciales en tu manera de entender la música. ¿Cómo crees que se podría potenciar esto en los jóvenes músicos?

Buena pregunta. Yo creo que uno de los problemas que tenemos ahora en esta sociedad

-donde la gente se ha acostumbrado a escuchar clips de 3 o 5 minutos- es no saber entregarse a un proceso, no saber entregarse a una obra, a una interpretación, a un momento: humano, artístico… lo que sea. Yo creo que es un tema que hay que enfrentar, quiénes somos como sociedad, cómo recibimos los mensajes y cuánto de dispuestos estamos realmente a filosofar y profundizar.

Además de esto, tenemos que encontrar la manera de que los jóvenes hagan la conexión entre una música que es de otra época, otro lenguaje, y conectarlo con quiénes somos hoy en día y cómo nos comunicamos. Yo creo que cuando disociamos la música de Beethoven, Mozart, Bach, Prokofiev, Schostakovich… de quiénes somos y cuáles son nuestras historias, que se comparten a través del tiempo sin importar la generación, sin importar el siglo, sin importar la cultura, sin importar las creencias religiosas…cuando nos volvemos una entidad única, entonces entendemos el mensaje de la música.  Y eso lo pueden entender los jóvenes. Podrían intuir  que por ejemplo: Rachmaninov, Schostakovich…podrían ser heavy-metal, en cuanto a la intensidad. Entonces habría que crear una línea de entendimiento para ellos donde comprendan que la música clásica también nos pertenece en el siglo XXI y que esas historias siempre tienen la continuidad de quiénes somos, están ahí. No importa si era Clara Schumann escribiéndole a Robert Schumann o y si es una pareja de enamorados de hoy en día.

De todos es conocida tu reivindicación política y social de la situación que vive tu país, Venezuela. Eres una artista comprometida y que no teme posicionarse y hablar con claridad de ello. En este sentido, crees que un músico, un intérprete… ¿tiene de alguna forma una “misión social” que cumplir, algo que va más allá de ofrecer una interpretación magistral?

Por supuesto. Yo creo que cualquier ser humano que tenga una plataforma pública y que tenga acceso a los medios, a la gente, a enviar mensajes, tiene una responsabilidad de hablar de temas que son muchísimo más importantes que uno mismo o su carrera. No hacerlo, es una falta. No existe neutralidad realmente. Todos tenemos alguna posición. Ahora, tener el coraje de hacerla pública para decir cuando algo está bien o no está bien, es otra cosa. Yo lo he asumiendo como venezolana porque, simplemente, no soy el tipo de persona que puedo ver el sufrimiento y mirar para el otro lado. No puedo. Casualmente, ayer estaba en el Paseo de Colón con mi hija y entré a un mercadillo de lo más bonito y una señora venezolana se me echó encima a darme un abrazo para decirme: “¡Tú eres la pianista! Gabriela, yo te sigo, gracias…” Y entonces tú ves cómo las acciones de uno son importantes para quienes sienten que no tienen una voz y uno tiene que ser una voz para esas personas que se sienten invisibles. Y ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida. La carrera no es nada comparada al activismo, lo que uno tiene que asumir por ese lado. Bueno… me tocó porque soy venezolana y eso es lo que estamos viviendo.

¿Desarrollas una faceta pedagógica? ¿Algunos consejos para los jóvenes estudiantes de música… y para sus profesores?

Doy clases magistrales cuando se puede y las disfruto muchísimo.

Me gusta retar un poco a los alumnos, que miren la música desde otra perspectiva, que no se sientan limitados por el papel, que es solo una guía. Que personalicen la experiencia de darle vida a esa partitura. Me gusta provocar un poco y ver qué sucede.

¿Para los profesores? (…risas), yo creo que para todos, hay una pregunta que yo me hago frecuentemente: ¿por qué estoy haciendo lo que estoy haciendo? ¿cuál es la razón? ¿qué es lo que me motiva?… Y a veces en el día a día, en las complicaciones de la vida, la rutina… se nos olvida. Yo creo que siempre hay que volver a ese punto: ¿por qué estamos haciendo música? Si hacer música se vuelve un oficio, si se vuelve una tarea, algo que no brinda una profundidad a tu vida, entonces pierdes la razón verdadera o al menos la inicial por la que uno empezó en esto. Y creo que los profesores necesitan quizás transmitirles estas preguntas a los alumnos, preguntas que debemos hacernos a la edad que sea. Y nunca pensar que llegamos, porque siempre hay alguna manera de crecer, algún escalón adicional que tomar como persona, como artista, y que no caigan dentro de lo que es enseñar sin sentido. Es algo que yo misma me pregunto siempre cuando estoy tocando, después de una presentación o cuando estoy ensayando algo: el porqué uno hace esto, es lo más importante.

Gabriela, muchas gracias por tu amabilidad.

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