ENTREVISTA A ANDRÉS VALERO-CASTELLS: «Si hay algo a lo que nunca renunciaré es a sentirme libre creando»

 

Por Victoria Morales Rosa

Andrés Valero-Castells (Silla, Valencia, 1-03-1973). Inició sus estudios musicales en su pueblo natal, completando su formación en los Conservatorios Superiores de Valencia y Murcia, titulándose en ocho especialidades, con cuatro Menciones de Honor y Premio Extraordinario Fin de Carrera en Composición y ha obtenido el Diploma de Estudios Avanzados (D.E.A) por la Universidad Católica de Valencia. Desde 2004 es catedrático de composición en el Conservatorio Superior “Joaquín Rodrigo” de Valencia.

                                         Andrés Valero-Castells

En primer lugar, queríamos darte la enhorabuena por tus recientes estrenos: Rachmanirvanoff (Smells Like Prelude) (019 – AV85b), para quinteto de metal; Banksy’s Answer de Sinfonía núm. 6 “Grafítica” (2019-AV90b) para orquesta sinfónica y Concierto Galdosiano (2020-AV93) para dos trompetas y orquesta (núm. 3).

P.-¿Podrías hablarnos brevemente de estas tres obras que acabamos de mencionar?

R.- Claro: Rachmanirvanoff es la versión para Spanish Brass de mi obra Smells Like Prelude, encargo del Concurso de Piano Iturbi; se trata de una hibridación del  Preludio en Do#m de S. Rachmaninoff, y el tema Smells Like Teen Spirit del grupo Nirvana, dos músicas muy apreciadas por mí. Fue además la 2ª obra que escribí por encargo del Concurso Iturbi, puesto que años antes compuse mi tocata Ma-Chacona, que ha llegado a interpretarse en el Carnegie Hall neoyorquino, a cargo de J. Huang.

Banksy’s Answer procede de mi Sinfonía nº 6 “Grafítica”, para banda sinfónica. El concepto figura-fondo, inherente a todo grafiti, aquí queda reflejado por la recreación del coral de cuerda de la obra La pregunta sin respuesta de Ch. Ives, que grafiteo con mi descripción musical de 3 pinturas pacifistas del artista urbano inglés Banksy, y de ahí el título. El concepto fundamental es responder la pregunta de Ives, a cerca de la existencia humana, con toda la carga simbólica del pacifismo de Banksy. Es una propuesta de respuesta a una pregunta que bien merece la pena el intento, y únicamente con pacifismo he querido responderla. Ha sido estrenada por la Orquesta de Valencia bajo la dirección de uno de mis más apreciados maestros, Enrique García Asensio.

Concierto Galdosiano es un encargo de la Fundación SGAE y la AEOS, a propuesta de la OV. Este año es el centenario de la muerte de D. Benito, quien consideraba que Beethoven era el mejor compositor de la historia. No se me ocurrió mejor homenaje a ambos que componer a partir de textos de Galdós, citando música de Beethoven, de quien también estamos celebrando su 250 aniversario. Terminé esta obra en pleno confinamiento, pensando que Galdós escribió uno de los relatos de los que me sirvo, en medio de una de las pandemias de cólera que nos azotaron en el s. XIX. La obra posee un cierto aire fúnebre, aunque no está exenta de positivismo y esperanza. He tenido el lujo de contar con dos solistas de excepción como Javier Barberá y Raúl Junquera, bajo la dirección de Leopold Hager.

P.- Respecto al estilo ¿Cómo podrías definir tu estilo de componer?

R.- Esta no es una pregunta fácil de responder, en todo caso me considero un compositor ecléctico que lejos de renunciar a nada, potencio mis influencias y circunstancias para que la música que escribo tenga una marcada personalidad propia. Suelo buscar un equilibrio entre tradición y modernidad, y pienso que la sofisticación no tiene por qué estar reñida con la comunicabilidad. Me gusta cada vez más depurar la fase de conceptualización de mis obras. El parámetro sonoro sobre el que más suelo incidir es el ritmo. A menudo practico diferentes formas de intertextualidad. Si hay un campo en el que no he entrado es en el de la electroacústica, me considero tradicional en el sentido tecnológico del término. Me gusta considerarme un artesano que pule cada idea para que las notas que finalmente quedan en la partitura se hayan ganado el derecho de estar allí. Entre mis principales influencias hay una cierta recurrencia al mundo del rock, también al folklore y a la música étnica. Dependiendo con quien se me compare soy moderno, o bien clásico, pero eso me trae sin cuidado, nunca he creído en las etiquetas ni en las “vanguardias militantes”, podría decirse que en un sentido estético soy un compositor outsider. Si hay algo a lo que nunca renunciaré es a sentirme libre creando.

P.- Entre el gran repertorio de obras que has escrito ¿Con qué tipo de género musical te encuentras más cómodo componiendo? ¿Orquesta, cámara, música vocal?

R.- La música vocal la he practicado más bien poco. En mi catálogo hay abundantes obras para diferentes grupos de cámara, destacando la música para viento, especialmente metales, y también la percusión, además he escrito bastante para piano. Pero si hay un género en el que me sienta cómodo es el sinfónico, tanto con orquesta como con banda. La multiplicidad que ofrece un conjunto sinfónico es muy satisfactoria, da mucho juego. No sé qué pasará en un futuro, pero es fácil que llegue antes una sinfonía nº 7 que una primera ópera, por ejemplo.

P.- Como director también tienes una gran trayectoria a tus espaldas ¿Qué puede aportar la dirección de orquesta a un compositor?

R.- La dirección, de orquesta, de banda, o de cualquier conjunto, se complementa perfectamente con la labor de composición. De hecho, hay muchos compositores que dirigen y directores que componen. En mi caso, no he llegado a la dirección por inercia, sino que, aunque se trate de una actividad de menor importancia para mí que la composición, me preparé para ello con los estudios oficiales de dirección de orquesta y de coro, y múltiples cursos de formación.

La temporada 2015-16 fui nombrado Director Titular de la Banda Municipal de A Coruña. He tenido la suerte de ser invitado a dirigir por la mayoría de bandas profesionales del estado. En los últimos años he dirigido además las orquestas Sinfónica de Galicia, ADDA Sinfónica de Alicante, BellesArts, entre otras. También he dirigido en multitud de ocasiones diferentes tipos de ensembles, yo mismo fundé uno hace años, Ensemble Estudi Obert. Mi repertorio como director se centra especialmente en el siglo XX y XXI, he protagonizado estrenos absolutos y nacionales de L. Balada, H. Mertens, M. Daugherty, L. Berio, S. Sciarrino, Ll. Barber, R. Mira, F. Tamarit, N. García, y un largo etc. En el Festival ENSEMS he dirigido ensembles, bandas sinfónicas y ópera en concierto. Además, he llevado a cabo proyectos singulares, como la grabación para Sony del DVD En Clave de Rock, con la banda de Mislata y el grupo Barón Rojo, fuimos pioneros en España en ese tipo de producciones; estrené en España el Concierto para grupo de rock y orquesta de J. Lord (Deep Purple), con el grupo Malsujeto; también me encargué de dirigir una banda de más de 14.000 músicos en la Gala de los Récords Guinness de la FSMCV, celebrada en el campo de Mestalla. Mi terreno natural es la banda sinfónica, pero me considero un director todoterreno, y es una actividad que adoro, porque hace años que no toco mis instrumentos, y la dirección me permite sentirme “artista” en el escenario.

Para un compositor practicar la dirección ofrece una visión pragmática de la realidad. Gracias a ello, podemos convenir que un creador tiene derecho a la idea más compleja que se pueda tener, pero tiene la obligación de concretarla en la partitura de la forma más clara y directa posible.

P.- En cuanto a tu formación, tuviste la oportunidad de estudiar con importantes maestros que seguramente dejaron una gran huella en ti ¿Qué es lo que más recuerdas de aquellos momentos y que utilizas en tu día a día como profesor?

R.- La verdad es que me considero afortunado por todos los maestros que he tenido. A parte de los que conocí al asistir a numerosos cursos de formación, las personas que considero que más me enseñaron son Vicente Campos en trompeta, Pilar Valero en piano, José Mª Vives en musicología, en dirección Enrique García Asensio, Manuel Galduf y Eduardo Cifre. En el terreno de la composición, las tres personas que más me han influido como profesores son Leonardo Balada, Ramón Ramos y Francisco Tamarit.

Creo que mi forma de enseñar es una síntesis de la forma en que aprendí de cada uno de ellos. En el día a día, la verdad es que no me veo como un “maestro” dictando cátedra, me veo más como alguien que tutoriza el desarrollo de un compositor joven, ofreciéndole consejos basados en mi propia experiencia, además de herramientas técnicas, claro está. Procuro no recurrir nunca a dogmas, no adoctrinar, y fomentar el sentido crítico. Salvo algún caso muy concreto, el alumno no viene para aprender a componer como yo, sino para aprender a componer, que no es lo mismo. El fomento de la personalidad propia de cada alumno es muy importante para mí, y hay mucha variedad de intereses y opciones estéticas, lo cual respeto celosamente. En el plan de estudios actual el alumno recibe muchísimos créditos de materias paralelas a la composición, de modo que en mi clase lo que hay que hacer es componer; reflexionar, y componer aplicando toda la técnica que aprenden en la carrera puesta al servicio de su propio imaginario. Es lo más positivo de una enseñanza altamente individualizada. Considero que los profesores tenemos un trabajo de muchísima responsabilidad, pero al mismo tiempo conciencio a los alumnos de que, aunque atiendan muy bien las clases, deben asistir a conciertos, cursos, conferencias, etc. para que su formación no sea incompleta. En el trayecto vital de un compositor, los 4 o 5 años que viene a clase son importantísimos, pero al mismo tiempo son efímeros desde una perspectiva temporal, teniendo en cuenta que la edad hasta la que se nos suele considerar “joven compositor” son los 35 años. La solidez en el éxito solamente se consigue con talento, esfuerzo y también algo de suerte; como profesor, mi forma de evaluar se basa en el equilibrio entre los dos primeros factores.

P.- Le otorgas un gran valor al desarrollo de tu actividad docente ¿Qué consejos darías a los alumnos y futuros profesionales que están a las puertas de terminar sus estudios? ¿Podrías decirnos algunos nombres de ex-alumnos tuyos que hoy se están dedicando con éxito también a la composición?

R.- Para mí la música no es un trabajo, es una pasión, por la que encima me pagan. Por una parte, de algo hay que vivir, pero ganarse la vida practicando aquello que te apasiona es el mejor regalo que te pueden hacer. El consejo que puedo dar es que una vez decidido el campo en cuestión (en la música hay muchos), hay que sincerarse con uno mismo, y si la respuesta es que uno está haciendo lo que de verdad quiere hacer, no hay excusas ni reservas que valgan, hay que apostarlo todo a esa carta. Estratégicamente uno debe tener un plan B, y un plan C si es necesario, pero hay que lanzarse al vacío a por el plan A, sin contemplaciones, de ese modo si se acierta, se acierta de verdad. También debo decir que “terminar los estudios” es un estado burocrático en el expediente académico, en realidad nunca hay que dejar de estudiar. Hoy en día hay mucha competencia, y con un grado únicamente, o alguien es verdaderamente un fuera de serie, o es muy difícil colocarse. Hay que pensar inmediatamente en formación de posgrado, un máster, un doctorado, y otros grados complementarios.

Con respecto a mis ex-alumnos es imposible acordarme de todos, pero vaya, con tantos años en la casa ha pasado mucha gente por mi clase, algunos toda la carrera y otros algún curso. A bote pronto (de composición):  J. V. Fuentes-Castilla, Saül Gómez, Amparo Edo, J. L. Gómez Alexandre, José L. Escrivá, Pere Vicalet, Borja Granell, V. Enguídanos, Isabel Latorre, Miriam Pascual, Ximo Arias, Sara Galiana, Marta L. Gómez, Julio Puchalt, Brian Martínez, Adrián Garrido, Ángela Gómez, Daniel Blanco, Carlos D. Perales, Kilian Alós, Santi Miguel, Luis Navarro, David Gómez, Manu Valero, Miguel Carrión, Pablo Menor, Pau Climent, José Pruñonosa, Joan F. Teruel, Esteban Peris, Isidro Martínez, o Francisco Coll, entre muchos otros.

Es un trabajo muy enriquecedor, de todos y con todos he aprendido algo, muchos de ellos se dedican actualmente a la composición, y considero que algunos me han superado en alguna faceta, ello me llena de orgullo. También hay alguno que no te pone en su currículum, típico… pero no importa, igual que hay que tener hijos para saber cuánto te quiso tu padre, estoy seguro que todos ellos convendrán tarde o pronto en que no sé si les enseñé mucho o poco, pero sí todo lo que sé, sin guardarme nada. Más allá de tecnicismos pedagógicos, la esencia de mi función es aportar algo que les resulte útil en mayor o menor medida, además de contagiar una determinada actitud de compromiso, sin la que no es posible conseguir ciertas metas.

Hay alumnos con mucho talento, que si se esfuerzan y tienen suerte llegarán lejos seguro, estudien con quien estudien, entonces lo que se les puede aportar es orientación para que no cometan errores que uno mismo cometió antes. En mi trayectoria ha habido maestros por los que he sentido verdadera admiración, cuando detecto algo similar en algún alumno hacia mí, es muy gratificante, aunque la verdadera recompensa es que se conviertan en grandes artistas, genuinos, que no imiten a nadie. Tengo grabado a fuego algo que intento transmitir, aquello de “antes persona que artista”. La nuestra es una carrera de fondo, en la que el posible prestigio cuesta mucho de obtener y muy poco de perder, por eso también aspiro a que se conviertan en profesionales honestos. Cuando se ama esta profesión, no hay otra forma de vivirla.

 P.- Por último, de toda tu carrera profesional ¿Podrías elegir un momento que marcó un antes y un después?

R.- Estoy donde siempre he deseado estar. En ese sentido doy por buena mi trayectoria vital para que mi contexto actual sea el que es. Suelo definir la “felicidad” en términos de equilibrio entre los sueños y la realidad, y en ese sentido me considero muy feliz. Desde mi infancia he vivido por y para la música, y lo que recibo de ella es extraordinario, en cada pentagrama, en cada clase, en cada concierto… a pesar de ser un caso “de libro” de persona musicoréxica, como diría Guillermo Dalía, no cambiaría mi forma de vida por todo el oro del mundo. Naturalmente que ha habido momentos clave y puntos de inflexión en mi carrera, aunque tuve claro muy pronto a lo que me quería dedicar, y en ello estoy.

De niño quería ser trompetista, y ahora lo único que me queda de ese deseo es la digitación, porque de embocadura nada, con los años que hace que no he tocado. Sin embargo, la necesidad de componer se manifestó con fuerza en la adolescencia, y nunca ha decaído. Mi gusto por la dirección es posterior, aunque ahora es un bien preciado para mí, y en la docencia he estado toda mi vida. A los 19 años ya era profesor de trompeta de conservatorio, y después de un periplo en enseñanza secundaria, y de nuevo en el conservatorio profesional, desde 2004 estoy aquí. Nuestro impresionante Conservatorio “J. Rodrigo” es una institución que adoro y defiendo a capa y espada, es como mi 2ª casa, teniendo en cuenta hasta 2003 fui alumno, y al año siguiente ya estaba en el claustro. Por supuesto que hay cosas mejorables, siempre, pero me saca de quicio la gente que critica al conservatorio por una mala experiencia puntual, o por desconocimiento. Yo lo tengo hasta en mi testamento, puesto que las partituras, libros y discos que mi familia no quiera a algún sitio han de ir a parar el día de mañana, y no se me ocurre mejor lugar que la fantástica biblioteca que tenemos. Pensar en algunos músicos que han ejercido la docencia a lo largo de la historia en nuestro centro da idea del prestigio de la institución; actualmente hay algunos compañeros que son referentes absolutos en su campo, dicho esto, considero que ocupar un puesto de trabajo en nuestro querido conservatorio es además de un honor y un orgullo, una gran responsabilidad.

Ha sido todo un placer contestar a esta entrevista!!

 

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