CONCIERTO DE LA ORQUESTA SINFÓNICA DEL CONSERVATORIO SUPERIOR DE MÚSICA DE VALENCIA Director: Adolfo Ramírez y alumnos de dirección del CSMV.

Por Noelia Bojó Molina

El pasado martes 29 de enero de 2019 a las 19:00h, se interpretó en el Auditorio del Conservatorio Superior de Música “Joaquín Rodrigo” de Valencia un ambicioso programa a cargo de la Orquesta Sinfónica de dicho conservatorio y dirigido en su mayor parte por Adolfo Ramírez Iborra, catedrático de Dirección de Orquesta en el CSMV.

La velada se dividía en dos partes con obras de una extensión y exigencia extraordinarias. La primera parte la formaban el Concierto Op. 3, nº10  en Si menor para cuatro violines, violonchelo y cuerdas, RV. 580 de Antonio Vivaldi, el cual forma parte de la colección L’Estro Armónico, y la Sinfonía nº3 en Fa mayor Op. 90 de Johannes Brahms. Una vez terminada esta, y con 15 minutos de descanso entre una parte y la siguiente, la orquesta interpretó tres recopilaciones de fragmentos pertenecientes a tres obras diferentes de Richard Wagner,  el Preludio del tercer acto, el Interludio y el Final del segundo acto de Lohengrin, la Marcha Fúnebre de la Muerte de Sigfrido de El Ocaso de los dioses y la Obertura de Tannhäuser.

El concierto empezó con una obra barroca (Vivaldi), la única de un programa completamente romántico, que fue un éxito. Esta obra fue dirigida por Sergio Rizo Vila, alumno de dirección del CSMV, e interpretado por cuatro extraordinarias violinistas, de las cuales: Berta Carsín Pérez, Marina García Narbona y Jessica Sierra Estruch, todavía forman parte del alumnado de este conservatorio, mientras que la cuarta intérprete, Anabel Durá Santonja terminó sus estudios de violín el pasado curso en esta misma casa.

Las cuatro violinistas explotaron al máximo sus habilidades interpretativas, creando un ambiente en el auditorio que iba más allá de la música, estaban cómodas y seguras en el escenario, disfrutaron tocando y llevaron al espectador a ese mismo estado. Además, ofrecieron una calidad sobresaliente en el sonido de sus instrumentos, lo cual fue recompensado con la gran ovación que el público les dedicó al finalizar la obra.

Una vez terminada esta obra y, remarcando de nuevo que fue una actuación exquisita, se dio paso a todo el repertorio romántico anteriormente citado, ahora sí, dirigido enteramente por el catedrático Adolfo Ramirez Iborra. Fue Hans Richter en 1883 quien denominó a la Sinfonía nº 3 de J. Brahms como “la Eroica de Brahms” cuando la estrenó en 1883 en Viena[1], haciendo de este modo referencia a la Sinfonía nº 3 “Eroica” de Beethoven, lo cual denota la dificultad musical de la obra. Teniendo en cuenta que tras un merecidísimo descanso se interpretaron las tres obras de R. Wagner, el cansancio que poco a poco fueron arrastrando los intérpretes estuvo más que justificado.

El total del concierto duró aproximadamente dos horas y media, esto más la altísima exigencia técnica de las obras hizo que en ocasiones la calidad de la interpretación se resintiera, pero es cierto que los intérpretes dieron lo mejor de sí mismos y el concierto se sacó adelante, aunque en esta complicada parte tuvo, como se dice coloquialmente, “sus altibajos”.

[1] TRANCHEFORT, François-René. Guía de la música sinfónica. Madrid: Alianza Editorial, 1989.

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