CIBRÁN SIERRA: “SOMOS UNOS PRIVILEGIADOS”

Por  Lidia Patricia García Rojas

cibran violinNacido en Ourense, Cibrán Sierra Vázquez es violinista y miembro del reconocido Cuarteto Quiroga, es la persona a la que he decidido entrevistar tanto por su trayectoria profesional como por su carácter afable y humano. En la actualidad es profesor de la cátedra de cuarteto de cuerda en el CSMA (Aragón) tras haberse formado en lugares como la  Musikschule de Basel, la Universidad de Gotënborg o el Oberin College entre otros. Así mismo ha trabajado con directores de la talla de Frans Brüggen, Gustavo Dudamel, Sir Colin Davis, Lawrence Foster…  Su actividad como músico es incesante y pasa de la música de cámara a la orquesta, así como toca diversos estilos.

 

-¿Qué es lo que más le llena de ser violinista?

Bueno, en mi caso particular, el violín no es más que un medio, mi herramienta para hacer música. Sin embargo, evidentemente, la relevancia histórica del instrumento hace que tengamos acceso a un repertorio inigualable. En ese sentido, tocar el violín es indudablemente una puerta privilegiada a una vida poblada de infinidad de músicas de gran diversidad y belleza.

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-La vida de un músico no es un camino de rosas, ¿podría nombrar alguna(s) dificultad que le haya pasado durante su trayectoria?

No creo que la vida de un músico sea más difícil que la de otras profesiones. Somos unos privilegiados que trabajamos diariamente con la belleza, con un lenguaje capaz de emocionar universalmente hasta niveles indescriptibles. Pero no tenemos que bajar a la mina, pescar en alta mar, recoger basuras o limpiar letrinas. Esos sí son trabajos duros, ejercidos diariamente por héroes anónimos a los que no agradecemos suficiente su labor. Por otro lado, nuestra actividad requiere, si se quiere practicar con excelencia, una gran disciplina, un rigor intelectual serio, y un entrenamiento mental y físico considerables. Consecuentemente, la mayor dificultad que creo que presenta la profesión de músico tiene que ver con el hecho de enfrentarse a uno mismo para no ser conformista, para mantener la constancia y cultivar el gusto por las cosas bien hechas. El día a día es el gran reto de este oficio. Si te duermes en los laureles, si dejas de buscar, de escuchar, de exigirte más, de creer en tu capacidad de mejora, de ofrecer lo mejor de tí mismo a los demás, entonces se acabó. En la zona de confort no nace nada. O, como decía Harnoncourt, el verdadero arte sólo se manifiesta en la periferia del desastre. Vivir buscando ese límite es el auténtico reto.

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-¿Qué significa para usted hacer música de cámara?

Lo más hermoso y fascinante que puede hacer un músico, porque recoge los ideales más nobles de convivencia democrática e ilustrada y porque propone una manera de relacionarse con la música que, por su exigencia y su profundidad, saca lo mejor de cada intérprete y lo enfrenta con la verdadera esencia de este arte y el verdadero sentido de este oficio.

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-¿Qué le impulsó a formar parte de un cuarteto y no otra formación camerística?

Un cuarteto es un microcosmos social fascinante y un laboratorio musical de posibilidades infinitas. Propone una relación de igual a igual entre sus miembros, obliga a cada miembro a asumir con valentía y generosidad una responsabilidad estética total con el proceso interpretativo, exige mimar y cuidar la técnica instrumental de modo extremadamente cuidadoso y ambicioso, y crea una pequeña sociedad donde el diálogo, la escucha, el apoyo mutuo y la búsqueda de la belleza y la armonía son imperativos. Es una máquina artísticamente incomparable y una herramienta socioeducativa potentísima. Además, la literatura para cuarteto está llena de las páginas más íntimas, audaces y emocionantes de todos los compositores que se acercaron a él, que son la mayoría de los grandes autores de los últimos 250 años.

cibran cuarteto                                                      Cuarteto Quiroga

 

-¿Cree que la música de cámara “la hermana pobre” , como la ha nombrado en alguna entrevista, ha mejorado en los últimos años?

No sustancialmente. Se infravalora su potencial educativo en los planes de estudio, en las escuelas de música y en los conservatorios; no se estimula en las programaciones culturales, siendo como es extremadamente sostenible económicamente, accesible y fácil de hacer llegar a cualquier espacio o

lugar; y finalmente, no se la considera como debiera como herramienta musicosocial para la democratización del disfrute y del conocimiento del lenguaje de la música.
Dicho esto, si los propios músicos, docentes e intérpretes no la reivindican, las instituciones educativas y culturales no van a ser iluminados por las musas para ello. Debemos ser más proactivos. Está en juego el futuro: el modelo de público que queremos estimular, el modelo de escucha que queremos transmitir, el modelo de accesibilidad sobre el que queremos basar la cultura musical del futuro y, en definitiva, el modelo de sociedad que queremos construir. Porque olvidamos que, como decía Bertolt Brecht, “el arte no es el espejo donde se refleja la sociedad, sino el martillo con el que se esculpe”. Así que deberíamos ser más conscientes de cómo manejamos el cincel que como músicos tenemos en nuestras manos.

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-¿Desde su óptica, el alumnado debería fomentar más el panorama camerístico?

Es fundamental que el alumnado entienda que no todo ocurre dentro de un aula. Es más, lo que ocurre dentro de un aula es el resultado de lo que se imaginó primero y se luchó después fuera del aula. Un sistema educativo, como un sistema político, es sólo el resultado de una sociedad determinada. Hay que tener iniciativa propia, hay que buscar fuera de los espacios académicos. Se copian demasiados apuntes y se leen pocos libros. Se estudian demasiados métodos de técnica instrumental y se escucha muy poca música. La música de cámara se debe hacer también en casa, con los amigos, tomando una cerveza y unos pistachos. ¡Y también llevarla allí donde no llega! Si los jóvenes en edad universitaria no tienen iniciativas revolucionarias de democratización musical, ¿cómo van a tenerlas los mayores o los burócratas? Un alumno que espere que el impulso que va a cambiar el modelo educativo surja de un despacho de la administración puede esperar sentado… mientras no se hunda el barco.

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-¿Qué cosas ha aprendido de cada una de las  formaciones por las que ha pasado y que para usted han sido trascendentales a la formación como músico (orquesta sinfónica, orquesta de cámara, cuartetos…) ?

Participar en una gran orquesta te descubre el valor de ser parte de un gran equipo, la increíble sensación de formar parte de una movilización social masiva; te emociona de un modo épico. Una orquesta de cámara ya te hace sentir más las individualidades que conforman ese equipo, te exige mayor compromiso, mayor escucha. Y eso se eleva a le enésima potencia en un cuarteto. Todos los géneros son igualmente necesarios y hermosos, pero en el plano socioeducativo, nada tiene tanta fuerza como la cámara y, en especial, el cuarteto de cuerda.

cibran cuarteto2-Sabemos que tocar cualquier instrumento requiere mucha práctica, ¿podría decir algunas claves para organizar un buen estudio?

Hay que aprender a conocerse. Y para eso hay que ser muy metódico. Perdemos una cantidad de tiempo increíble en las cabinas de estudio, repitiendo cosas sin pensar, sin analizar, siguiendo patrones aprendidos que muchas veces son absurdos y contraproducentes. Lo importante es saber en cada momento, en cada segundo, qué estamos haciendo. Estudiar es un proceso un tanto clínico: primero se decide observar algo (la afinación de un arpegio, o el fraseo de una melodía, o el cambio de arco en el talón para un determinado legato, por decir algo), luego se debe diagnosticar qué es lo que no funciona, y finalmente se debe recetar una serie de tratamientos para mejorar aquello que observamos y llegar allí donde deseamos. Y ese tratamiento puede ser equivocado, o contraproducente, así que debe ser también revisado, escrutado y cambiado. Sólo así se obtienen resultados. Además cada persona debe saber cuánto tiempo puede estar concentrado, cuántas pausas necesita, etc. No estamos todos cortados por el mismo patrón y por eso debemos encontrar métodos de estudio que nos hagan optimizar nuestro tiempo y nuestra energía. La vida es demasiado hermosa como para perderla encerrado en un aula sin ventanas dándose golpes contra la pared hasta que nos sangre la calavera… algo que es práctica más que habitual en los pasillos de los conservatorios.

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-¿Piensa que los estudiantes deberían formarse fuera del conservatorio, es decir, cursos, concursos, bolos…?

Insisto: la educación ni empieza ni acaba en un aula. Es responsabilidad, fundamentalmente, de uno mismo. Las instituciones académicas deben proporcionar el mejor marco posible para guiar, aconsejar, encaminar y estimular los talentos de cada uno, pero es fuera de ellas donde está el verdadero trabajo de formación. La curiosidad es la única cosa que uno no puede Cibrán clasepermitirse el lujo de descuidar. El cerebro no tiene más límites que los que nosotros mismos nos ponemos. Un músico, si ama la música, no debería parar de aprender nunca… conciertos, cursos, libros, internet, museos, orquestas jóvenes, grupos de cámara… si te quedas quieto esperando a que te metan la cuchara en la boca, mal vas.

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-¿La pedagogía actual recoge bajo su punto de vista los valores de un músico?

Hay de todo. Hay grandes maestros que son verdaderos humanistas, y que enseñan a niños, adolescentes y universitarios, a través de la música, a comprender el sentido de esta profesión. Pero sí que es cierto que en una sociedad tan utilitarista como la actual, se tiende a fomentar un sistema educativo que forma tuercas para una máquina y no cerebros que se replanteen las máquinas existentes y sueñen e inventen nuevos paradigmas. Y si eso ya es peligrosísimo en cualquier disciplina del conocimiento, en el arte es directamente letal.

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-¿Cree que se enseña a los alumnos a desarrollar su profesión posterior?

Ahí también flaqueamos, sin duda. Los conservatorios deberían preparar a los músicos al mundo que les espera tras abandonar las seguras paredes del centro escolar. Fuera hay un mercado del que van a ser parte y deben entenderlo para participar de él exitosamente y para proponer una lectura crítica del mismo. Hay que saber comunicar tu trabajo como músico, manejar el lenguaje audiovisual, entender cómo encontrar tu público, como navegar en el océano mediático, como crear una empresa, un festival, una orquesta, como solicitar una subvención, crear una sociedad limitada o sin ánimo de lucro, entender el régimen fiscal, escribir un buen currículum, hacer una buena web y unas buenas fotos que comuniquen tu personalidad, tu proyecto y tu idiosincrasia, etc. Salir de un conservatorio pensando que por conocer tu repertorio básico ahora van a venir a buscarte a casa ofreciéndote trabajo es estar muy perdido. Hoy, en una sociedad tan líquida, como diría el recientemente fallecido Z. Bauman, más perdido que nunca.

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– Bajo su óptica, ¿Qué debe albergar un músico para ser completo (lectura, teatro, filosofía…)?

Un músico es, para empezar, un ciudadano y debe entender la sociedad en la que va a desempeñar su labor. Como no lo haga, no va a saber proponer proyectos con una mínima capacidad de éxito profesional o que supongan un revulsivo crítico para hacer avanzar el mundo que le ha tocado vivir. Para eso hay que leer mucho y de todo, viajar, empaparse de todas las manifestaciones artísticas posibles… La imaginación no es un regalo de las musas. La imaginación que nos permite crear, soñar una melodía o un fraseo e interpretar una partitura, se tiene que cultivar día a día. Es un jardín, como diría Voltaire, que hay que cultivar con mucho mimo.

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